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"No me interesa formar bailarines, yo formo personas"

“No me siento una pituca. una pituca es una persona aislada de su realidad, y yo siempre he estado comprometida con la mía, he pisado el arenal”, dice Vania.

Foto: Rafael Cornejo.
Foto: Rafael Cornejo.

Vania Masías,Bailarina
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com

A Vania Masías le está costando la sobreexposición. Hay una serie sobre su labor social (Guerreros de arena, 7 p.m., en Frecuencia Latina), es jueza de Rojo, Fama Contrafama (de L a V, 8 p.m., Frecuencia Latina), y este sábado, en Asia, se presenta Candela, el musical que creó. “No me queda más que encaracolarme”, nos dice.

¿Quisiste hacer de tu historia un ejemplo a seguir?
Yo no quería que mi historia se pusiese en pantalla, sino la de estos chicos. Cuando formulé el concepto de D1 me planteé la creación de modelos de éxito positivo. Me pregunté cómo darles esperanza y oportunidades a tantos jóvenes. Decidí trabajar con líderes de cambio: los enviamos a sus colegios, bailan y cuentan su historia, que están saliendo adelante, luchando y cumpliendo sus sueños; no se quejan de lo que el Gobierno no les dio, de la falta de oportunidades. Esta es nuestra tarea cotidiana. Entonces, vinieron a verme para “contar la historia de Vania Masías”. Les dije que la historia relevante no era la mía, sino la de los chicos. Además, gracias a la TV, el mensaje que llevábamos a los colegios –y que llegaba a algunos cientos de jóvenes– iba a ampliarse y llegar a millones de personas. Por eso, veo a la serie como una manera de crear oportunidades y de llevar un mensaje de esperanza. Nuestro mensaje es que la gente no se quede en el ‘quiero’, sino en el ‘hago’.

Además, te has preocupado en fomentar valores…
Eso es lo que nos caracteriza. En Ángeles D1, nuestro programa social, no empezamos con el baile, con la danza, si a la vez no comenzamos con talleres de desarrollo humano, consejería, coaching, terapia, etcétera. No me interesa formar bailarines, yo quiero formar personas. Tengo chicos que están en el Programa de Formación Integral, que es un programa de liderazgo; allí algunos destacan en danza, pero hay muchos que no, y están ahí por su fuerza, por su carácter. Si hemos crecido en D1 es gracias a los chicos que empezaron a trabajar con nosotros; la mayoría de los programas que tenemos los dirigen ellos. Promovemos la autoconfianza y la autonomía, lo que les permitirá, después, alcanzar lo que deseen.

¿Tenemos talento en bailarines y acróbatas?
Totalmente, lo que nos falta son escuelas. Por ejemplo, el plus del Circo del Sol es su dirección de arte, pero la mayoría de su elenco proviene de China y Rusia, de las principales escuelas de circo del mundo. El año pasado vino Mayumana, el maravilloso grupo israelí de danza, hizo un casting, y de los miles de candidatos escogieron a dos chicos de D1. Talento hay, pero debemos afinar la técnica y, para ello, se necesita mucha disciplina y mucha fortaleza interna.

¿Cómo descubrir y trabajar con las vocaciones tempranas?
El Estado debe tener escuelas públicas de primera línea, no de quinta. El Conservatorio de Música puede servir como ejemplo de una buena escuela, quizás con pocos recursos, pero con buen nivel. Lo mismo no pasa con la danza: la Escuela Nacional de Danza ha dado buenos frutos, pero no los que da la Ópera de París.

¿Nos cuesta aceptar que el hip hop, el breakdance y otras danzas urbanas son arte?
En algunas personas todavía se encuentra eso. Una escuela de danza debería considerar todas las vertientes. Hoy, un bailarín clásico ya no funciona. Los que funcionan son los que hacen clásico, contemporáneo, urbano, acrobacias… Y este fenómeno no es de ahora, lo viví yo hace ocho años en Londres. Hoy se valora la versatilidad; si no lo eres, fuiste.

¿Viste los primeros capítulos de Guerreros de arena?
Sí. ¿Me gustaron? Por qué me preguntas eso (ríe). No puedo ser objetiva. Quiero que quede claro que todo es ficción: a mi pobre madre la pintan como una hija de puta, como una pituca a la vela. Pobre mi madre, si ella me transmitió su sensibilidad social; espero que no se entere, felizmente no ve televisión (risas). Lo malo es que la gente cree que lo que se cuenta allí se dio tal cual, y eso me choca porque no he sido una figura pública… me he tenido que tomar un Xanax. Lo reconozco, me afecta, pero estoy tratando de manejarlo con calma. Como te dije antes, espero que su impacto sea positivo en la gente.

Y ahora estás en Rojo, Fama Contrafama…
Acepté porque allí está Ricardo Morán. La experiencia me está gustando mucho porque me permite ser muy exigente. Por más que algunos participantes sean ‘lindos’, estamos allí para escoger al talentoso. El otro día se presentó una chica que solo enseñaba el culo. Yo le dije: “No tienes que enseñar el poto para demostrar que bailas bien. No te quiero ver el trasero, quiero ver tu cara, tu expresión, tu alma”. Es importante dar este mensaje.

¿Te sientes una pituca?
El pituco no solo es aquel que viene de una clase privilegiada, sino el que vive en su burbuja y no tiene conciencia de lo que pasa a su alrededor… Y yo no solo he mirado el arenal, lo he pisado.

AUTOFICHA

- Hoy se valora la versatilidad; si no lo eres, fuiste. Las compañías buscan a aquellos bailarines que hagan clásico, contemporáneo, urbano y, también, acrobacias.

- Todos hemos hecho alguna vez lo que no queríamos. Yo, por ejemplo, estudié en la U. del Pacífico y trabajé en un banco, en ‘Riesgos’ (ríe).

- El año pasado volví a bailar, lo gocé tanto que me sentí en el cielo. Ahora, por mi edad, la danza clásica ya está descartada, pero danza urbana sí puedo hacer.


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