Juan José Garrido,La opinión del director
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Al menos, esa es la traducción si nos acotamos al contexto de la chakana.
Como sabemos, don Alejandro Toledo se encuentra en una delicada situación. De ser “el garante de la gobernabilidad”, hoy se encuentra arrinconado entre las evidencias del caso Ecoteva, la desaprobación popular, y el odio que ha sembrado en los principales partidos de oposición. Las cosas, para don Alejandro, no están fáciles.
De pronto –casualidades de la vida– el toledismo ha encontrado que su otrora aliado no es tan confiable e incólume como creía. Justo cuando el gobierno amagaba al sano y sagrado, en el preciso instante en que el presidente aseguraba que no había pacto, la chakana percibió la real esencia del mandatario y decidió ponerse del lado de las tradiciones institucionales.
Entonces, quienes hicieron del avión presidencial una boîte, de las playas norteñas un spa, y de Palacio una peña, hoy dicen defender las usanzas democráticas y el prestigio de Torre Tagle. Léase: la ministra Rivas “no tiene corona”, pero puede tenerla.
Así, lo que tuvimos fue un ejercicio –puro y duro– de chantaje político. La suerte de la canciller estuvo en manos del toledismo. Y, valgan verdades, esta era una situación en la que todos perdíamos: el gobierno, la partidocracia y el pueblo. No obstante, un partido no puede doblegar las bases morales del gobierno; menos aún a vista y paciencia de todos.
Cabían dos opciones: o un partido tenía la iniciativa de concederle al gobierno este affaire diplomático, retiraba su apoyo a la censura, y facilitaba así al Estado seguir el proceso contra el expresidente (sin rehenes de por medio), o el mandatario tenía que pedirle la renuncia a la Canciller para proseguir sin condicionamientos. Por lo acontecido anoche parece que ante el gobierno alguien tiene corona.
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