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Opinión

Un experimento revela que si a un mono capuchino le das una recompensa menor por realizar la misma tarea, el primate perjudicado se enoja y deja de colaborar. A igual que los humanos, que son víctimas de la perversa flexibilización laboral, los monos también se declaran en huelga.

Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com

Y aquí no hay Fondo Monetario Internacional (FMI), ni Banco Mundial (BM), ni policía que pueda cambiar las cosas. Dice el gran primatólogo Frans de Waal: “Estoy convencido de que estos monos entienden perfectamente cuándo se les trata de manera injusta y pueden rebelarse contra la desigualdad de una manera similar a la huelga de los humanos”. El experimento puso a los monos a trasladar piedras y a recompensarlos por ello. Todo anduvo bien mientras todos recibieron el mismo salario (consistentes en pepinos). Todo comenzó a complicarse el día en que solo algunos monos comenzaron a recibir un “extra” de uvas que, como evidentemente no sabemos, es un manjar para los capuchinos. La reacción de quienes no tenían acceso a este beneficio no se hizo esperar: perdieron motivación, cayeron en la indiferencia y empezaron a desobedecer a los investigadores. En síntesis, estalló el conflicto social y los perjudicados se negaron a seguir trabajando. Según afirma De Waal, “este comportamiento demuestra que poseen una aversión a la desigualdad que les conduce a la rebeldía si un miembro de la manada recibe una compensación mayor”. El experimento indica que dicha aversión a la injusticia en nuestros primos y en nosotros es innata, y no un invento comunista. Es lícito pensar entonces que los suelditos de la flexibilización laboral conducirán a tiempos sociales más complejos.


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