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Opinión

¿Cómo interpretar el tuiteo del congresista de Fuerza Popular, Kenji Fujimori, hijo del expresidente Alberto Fujimori, que afirma en tono amenazante que si alguien llegara a “ningunear a su líder histórico”, es decir, a su padre, “tendría que atenerse a la peor sanción, que es la de las bases”?

Santiago Pedraglio,Opina.21
spedraglio@peru21.com

Para Kenji Fujimori cualquier voz discrepante va derecho a caer en desgracia, porque, según él, simple y llanamente no está permitido poner en cuestión el mandato absoluto de su padre.

Esto significa que el fujimorismo que quiere Kenji es el de 1990, “el verdadero”, porque sostiene el liderazgo “histórico” de su padre.

El hijo predilecto de Alberto Fujimori intenta, de este modo, que el movimiento no se escape de las manos de su fundador, y que incluso la figura política de su hermana-candidata quede claramente sometida al poder y a la decisión del “líder histórico”.

Es evidente que Keiko Fujimori y un grupo de dirigentes de su partido han intentado en estos últimos años tomar cierta distancia de la generación que estuvo en los años 1990.

No solo ha cambiado el tono de ella al referirse a sus adversarios politicos, sino que su perfil bajo tiene poco o nada que ver con el de su padre.

Kenji Fujimori parece temer que si el fujimorismo se muestra poroso ante opiniones siquiera levemente disidentes, este dejará de ser el movimiento que fundó su padre.

Por eso advierte que no es posible el fujimorismo sin Alberto Fujimori como su único líder. Es una indirecta a cualquier devaneo independentista de su hermana Keiko y es, al mismo tiempo, una autodefensa: cuestionar la autoridad política paterna –lo único que lo sostiene a él en el poder– pone en cuestión la suya propia.

Mientras que Alejandro Toledo (Perú Posible), Alan García (Apra) y el humalismo acusan el fuego lanzado por sus adversarios, el fujimorismo se abre una brecha desde dentro. Así, ha dejado de ser la organización de voz única que antes era.


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