El conflicto israelí-palestino es uno de los más complejos del escenario internacional y la principal clave de la inestabilidad en Oriente Medio. El territorio conocido como Palestina es motivo de una disputa desde hace casi un siglo y, especialmente, a raíz de la creación del Estado de Israel, en 1948.
Nació como la disputa por un territorio entre dos movimientos nacionales que generó la intromisión de las potencias durante la Guerra Fría y, con el tiempo, implicó a otros actores regionales, ocasionando conflictos bélicos. Las ideologías, la religión y el control de los recursos naturales lo complicaron aún más.
A lo largo de los años se han enfrentado dos fuerzas desiguales. Israel cuenta con uno de los ejércitos más poderosos del mundo y al frente tiene a un modesto movimiento de liberación nacional, encarnado –desde hace 30 años– por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Esta desigualdad ha permitido que Israel ocupe la mayor parte del territorio, encerrando a los palestinos en la franja de Gaza y en Cisjordania.
LOS ORÍGENES
Los inicios del conflicto entre judíos y palestinos se remontan al periodo colonial y al surgimiento de los movimientos nacionalistas en Europa y en Oriente Medio.
Desde finales del siglo XIX, en las provincias árabes del Imperio Otomano se desarrollaron movimientos nacionalistas que reivindicaban la autodeterminación de la población autóctona haciendo valer su identidad árabe.
Asimismo, en Europa se articuló el sionismo, un movimiento que propugnaba la creación de un Estado para los judíos dispersos por el mundo. A pesar de ser un movimiento eminentemente laico, el sionismo vio en Palestina –tierra donde se fundó el judaísmo– el lugar ideal para realizar su proyecto. Desde principios del siglo XX, este movimiento propició la instalación de judíos europeos en ese territorio, aún bajo administración otomana. Esta inmigración tomó envergadura bajo el Mandato Británico de Palestina (1920-1948).
Los dos proyectos nacionales, el árabe palestino y el sionista, chocaron cuando la comunidad judía inmigrada tomó envergadura y amplió sus propiedades siguiendo planes de control territorial y desarrollando prácticas excluyentes y discriminatorias respecto a los árabes.
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