Carlos Basombrío,Opina.21
cbasombrio@peru21.com
Cambió de abogado y parece que enfrentará el nuevo juicio por corrupción sin declararse culpable de antemano. Está, además, muy activo en Twitter, recordando su gobierno y mostrándose como un político vigente y ya no como el abuelito jubilado que le dejó la herencia a la hija.
Es decir, todo lo que perjudica a Keiko. Ella necesita que no se ventilen nuevos casos de corrupción y que el poder en el fujimorismo quede nítidamente en ella.
Como telón de fondo, hay una notoria tensión entre los dos hermanos y, tras ello, una cierta división entre lo que se ha dado en llamar los ‘albertistas’ y los ‘keikistas’. El razonamiento de los primeros: la gente recuerda a Alberto y su obra y por eso nos apoyan. El de los segundos: sin una renovación es imposible ganar una elección (o incluso de ganarla, poder gobernar con razonable aceptación y poca polarización).
¿Cuál es el escenario si van divididos o si la tensión entre ambas facciones es fuerte y visible? ¿Ha logrado construir ella, por sí y ante sí, un electorado que la seguiría en un escenario de distanciamiento abierto del padre? Me inclino a pensar que no. La gente que apoya al fujimorismo lo hace por el recuerdo de la gestión del papá. Ven en ella una buena heredera, pero no creo que exista en el país una adhesión significativa a Keiko como tal. En el mejor de los casos, lo que pudiese ganar por estar alejada de su padre, lo perdería por alejarse de su padre.
Difícil momento para las facciones en pugna. Ambas tienen cartas fuertes con que negociar y los resentimientos personales pondrán lo suyo.
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