Mauricio Mulder, Pido la palabra
Congresista
Una de las razones de ser del denominado sector caviar ha sido siempre cuestionar los excesos de la autoridad. Su tarea fue siempre acosar a los entes del Estado cuando, en su ejercicio legítimo, cometían lo que ellos denominaban “abusos”. Decenas de policías y militares pueden atestiguar cómo han tenido que pagar con la destitución de sus cargos, juicios y prisión efectiva el haber sido enviados por sus jefes a debelar tal o cual violación a la propiedad pública, al libre tránsito o a la libertad de reunión y se producían, como ahora, muertos y heridos.
Reclamando siempre el diálogo como instrumento de imposición de autoridad, siempre pusieron en el cadalso a las autoridades políticas que, sin prever resultados fatales, privilegiaban el principio de autoridad sin necesariamente dialogar con quienes usaban la violencia para imponer sus puntos de vista. Solución democrática de conflictos sociales que le llaman.
¿Y ahora? La señora Villarán de la Puente, por decirlo en términos comunes, se mancha las manos de sangre en aras del sacrosanto principio de autoridad y decide, sin agotar esfuerzos persuasivos que tanto reclamaba en otros, apelar a su autoridad y, entre locas y primeras, aventar a la Policía a enfrentarse a una turba enardecida por la prepotencia de encerrarlos en La Parada a cal y canto, y ocasionar uno de los más repudiables actos de violencia colectiva y delictiva registrado en Lima.
Allí también debiéramos parafrasear a Ollanta Humala cuando dijo que una cosa era con guitarra y otra con cajón. Porque la alcaldesa de Lima se la pasó pregonando que su gobierno edil se caracterizaría por el diálogo, y lo que en lugar de ello ha demostrado es una solemne ineptitud y una grave incapacidad e irresponsabilidad. Más aún si, como se sospecha, ella ordenó este brutal operativo de cerco por hambre al mercado mayorista con el propósito de acallar el cantado resultado del arribo a la meta de las 400 mil firmas para revocarla del cargo. Quería su cortina de humo y la obtuvo. ¡Vaya si la obtuvo!
Que el MM de La Parada tiene que salir está fuera de duda. Para eso se hizo el impecable –ese sí– operativo de desalojo de los invasores de Santa Anita hace ya cuatro años. Esa tarea, como la de la línea amarilla hoy cambiada de nombre, como el Metropolitano, como el reordenamiento del tránsito, son medidas impostergables y trascendentales porque todas vienen de gestiones anteriores. Pero de allí a creer que basta con el ucase de su majestad para que la plebe acate humildemente hay enorme distancia, y revela no solo profundo desconocimiento de la realidad sino irresponsabilidad supina, acentuada por el increíble hecho de no haber estado presente para dar la cara y responsabilizarse por sus propias órdenes dizque por motivos personales y en un lugar que no sabemos por qué se mantiene en secreto.
Ante esta situación, el proceso de revocatoria no solo se reivindica como un derecho para Lima sino como una necesidad. El crecimiento de sus adherentes fue impulsado por la propia alcaldesa al romper el diálogo con transportistas y mayoristas que, sin tener razón, porque no la tienen, han terminado desnudando las falencias de una gestión improvisada e incapaz, de las peores que recuerde Lima, la ciudad del caos.
PD. ¿Qué hacía otro figuretti insigne, el congresista Lescano, azuzando a los vándalos y dándole órdenes a la Policía?
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