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"De gallinazos pasamos a tener aves migratorias"

“Hoy algunos políticos quieren adjudicarse mi proyecto… no me importa, siempre y cuando hagan algo por conservar El Cascajo”, nos dice Marino Morikawa, quien recuperó el humedal de Chancay donde pescaba con su padre. Hoy quiere descontaminar el Titicaca.

Foto: Luis Gonzales.
Foto: Luis Gonzales.

Marino Morikawa,Científico
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com

Marino Morikawa es la prueba fehaciente de que la voluntad de un solo hombre basta para transformar el mundo. Por amor al lugar donde creció recuperó El Cascajo (Chancay), un humedal que era fuente de vida en su niñez y que, por la obra del hombre, se había convertido en fuente de contaminación. Coca Cola lo premió por esta tarea, Nat Geo le hizo un documental, la Unesco lo reconoció como científico destacado y hoy aplica sus conocimientos en varios países del mundo… pero él tiene una nueva obsesión: descontaminar el Titicaca.

Tus padres querían que fueras médico…
Sí, tenía 17 y me fui a Cusco a estudiar. Me presenté a Medicina, pero no alcancé el puntaje para la carrera, pero sí para Biología. Solo fui un mes. Mi padre fue a visitarme y se encontró con que no estaba haciendo nada. Me trajo a Lima y me dijo: “O estudias o trabajas”. “Voy a buscar algo”, le respondí. “No, ya lo hicimos por ti. Estudiarás Farmacia”.

Allí hallaste tu vocación…
Estaba por retirarme de la universidad, pero conocí a un buen profesor. Tomó una manzana y me dijo: “Es roja por fuera y blanca por dentro, pero, ¿qué más ves? ¿Has visto los Thundercats? Bueno, esta manzana es tu ‘espada del augurio’. Debes ver más allá de lo evidente”.

¿Qué te llevó a estudiar a Japón?
En las industrias alimentarias, todos los desechos orgánicos e inorgánicos los botaban, no los trataban: el agua residual iba al mar o al río, contaminándolos. Me pregunté si acaso esos desechos no podían tratarse y empecé a buscar universidades donde hicieran esa investigación. Así llegué a Tsukuba, la mejor en el área medioambiental. Hasta entonces, no sabía nada de medioambiente. Estaban sorprendidos porque, habiendo estudiado Farmacia, me dedicaba al medioambiente. Yo les respondía que el verdadero medicamento es el alimento, y ¿de dónde viene esa materia prima? De la tierra, del agua y del aire, y este es mi verdadero concepto sobre qué significa ser un Químico Farmacéutico. Yo brindo esa ‘medicina’ al ser vivo, pero con un conocimiento de lo que es preservación y conservación.

El Cascajo, el humedal de tu niñez estaba contaminado…
Mi papá me llamó a Japón y me dijo: “¿Estudias Medioambiente, no? Sería bueno que vengas y lo veas. Van a taparlo”. Encontré un humedal muy contaminado, lleno de chanchos y con ‘lechugas’ invasoras, con el desagüe que drenaba en el lugar; cuando un animal enfermo se moría lo botaban en el humedal. Era como una laguna de oxidación. En Japón había creado unos microfiltros de cerámica, que funcionaron en el laboratorio. Los instalé en El Cascajo. También sabía que existían los ‘micronano burbujeo’, unas microburbujas que generan iones o campos magnéticos: son una telaraña para contaminantes. Siguiendo el estilo japonés, mejoré lo existente y lo instalé en el humedal.

¿Quién financió tu trabajo?
Yo. Busqué al alcalde de Chancay y le dije que quería limpiar el humedal. “Estás loco. No quiero que te enfermes. Todos los que han entrado allí han salido con sarna. Te vas a morir”. “Si quieres te firmo un documento donde te libero de toda responsabilidad, pero dame un año para trabajar allí”, le respondí. “No tenemos plata”, replicó (risas). El humedal estaba lleno de ‘lechugas’. Lo sectoricé y bloqueé cada sector con caña. Éramos tres personas y solo del sector A1 sacamos 70 toneladas de lechuga… con nuestras manos. Lo curioso es que, como la Municipalidad vio que funcionaba lo que hacíamos, nos envió gente, y luego llegaron los propios chancheros. Al inicio estos se pusieron hostiles. Se terminaron de convencer cuando vieron que los sábados y domingos yo iba solo a trabajar en el humedal, de 7 a.m. a 8 p.m. “Este chino está loco”, se decían. Bajé unos 15 kilos, pero saqué brazos… todo gracias a la dieta de la lechuga (risas).

Después del año que pediste, ¿cómo entregaste el humedal?
Los resultados se vieron a los tres meses: limpié el agua. En ese tiempo me endeudé unos 50 mil dólares… casi me piden el divorcio (ríe). No pienso ni quiero recuperar ese dinero. La naturaleza me dio este regalo, cómo pretender cobrarle algo. Un día me enviaron unas fotos donde el humedal estaba blanco. ¿Qué había pasado? Había sido ocupado por aves migratorias. Era la primera vez que algo así sucedía. De gallinazos pasamos a tener aves migratorias.

Ahora trabajarás en Puno…
Cuando vi el Titicaca sentí lo mismo que en El Cascajo. Allí me enteré que el 80% está contaminado. Hay que atacar a las fuentes de contaminación, falta un estudio científico previo y, sobre él, armar los proyectos específicos. El principal contaminante del lago es la minería ilegal y el agua residual que generan Puno y Juliaca.

Una cosa es enfrentarse a un chanchero y otra a un minero ilegal…
Llámame soñador, pero yo creo, como pasó con los chancheros, si les damos soluciones a los mineros ilegales para que contaminen menos, estos se van a formalizar.

AUTOFICHA

- Nací en Lima, crecí en Huaral. Mi padre es hijo de japoneses, y se crió con esas costumbres. Regresó a Japón para casarse con mi madre, quien es de Hiroshima.

- Vinieron a Perú y este los recibió con un terremoto. En Huaral fundaron un colegio japonés. Mi padre pescaba en El Cascajo (Chancay), un humedal.

- Mi padre es una enciclopedia. Por él aprendí a amar al Perú. Mis padres querían que fuera médico; yo, bohemio. Me fui a Cusco y allí valoré el amor familiar.


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