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Opinión

Somos comparsa de presidentes que llegaron al poder abrigando como única meta permanecer en él todo el tiempo que se pueda.

Mauricio Mulder, Pido la palabra
Congresista

Para muchos puede ser aún imperceptible, pero tarde o temprano se irán dando cuenta de la estrategia de copamiento que el gobierno ya viene desarrollando con el objetivo de imponer la abusiva reelección conyugal. La pantomima pseudo democrática de Venezuela, la obsecuente posición peruana y los febriles y ridículos panegíricos al modelo chavista proferidos por los principales voceros de la bancada nacionalista, son más indicativos, en este ya avanzado propósito de no soltar el poder por ningún medio.

El Perú ha tenido una posición deplorable en el tema venezolano. Ya veníamos en déficit cuando Ollanta Humala había calificado de “ejemplo” al dictador venezolano. Una persona que había proclamado, en desafío al destino, que iba a quedarse en el poder hasta el 2030 y “más allá”, no es ejemplo de nada. Un verdadero demócrata no distingue entre dictaduras de derecha o de izquierda, porque son iguales: solo les interesa el poder. Y no contento con ello, el mandatario peruano se apresuró en saludar el fraude del domingo 14 y explicitar su propósito condescendiente, concurriendo a la entronización del señor Maduro después de recibirlo con grandes abrazos en Palacio de Gobierno.

Se aceptan los protocolos. Se acepta, sin duda, la realpolitik y la raison d’etat (razón de estado, preconizada por el cardenal Richelieu) pero nada de eso impide mostrar gestos de distancia conducentes a evidenciar que uno es realmente un demócrata.

Desafortunadamente, Torre Tagle no se distingue hoy, conforme a su solera reconocida, con una posición líder en el continente, sino que se muestra como apéndice de la deriva reelecionista que Chávez introdujo en el continente. Siendo que Humala es el que conduce la política exterior no podía esperarse otra cosa. Somos comparsa de presidentes que llegaron al poder abrigando como única meta permanecer en él todo el tiempo que se pueda. La señora Kirchner, que con cada período presidencial duplica su patrimonio, el señor Morales que ha hecho de Bolivia su hacienda y que no saldrá nunca por las buenas del poder, el señor Correa que hará lo mismo, hasta el señor Santos, que se valdrá –permítanme el vaticinio– de la reelección que en su momento uso el mismo Álvaro Uribe en Colombia, no pueden hacer otra cosa que respaldar al señor Maduro porque son lo mismo: cabezas de maquinarias estatales reeleccionistas y caudillistas que usan la democracia como un simple instrumento para copar el poder y aplastar a sus rivales.

La voluntad de imponer la candidatura conyugal en el Perú el 2016 contará, sin duda, con un eventual y rapidísimo “reconocimiento” de los nombrados que, sin duda alguna, estarán en el poder el 2016.

Serán parte de la parafernalia que se prepara. Otros actores del sainete serán los que impulsen el copamiento de todas las instituciones públicas, de la prensa y hasta del mundo académico, del que ya algunos han asomado con solícito servilismo puesto siempre al servicio del poder.

Son sus intenciones, no es que así van a ser las cosas necesariamente porque dependerá de si las fuerzas democráticas peruanas estén a la altura del desafío y encuentren los elementos de confluencia sustantivos para frenar este pretendido reflujo autoritario, que como sino maldito, asoma aproximadamente cada década en nuestro país.


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