Fernando Maestre,Opina.21
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Antiguos pensadores consideraban que el veneno no solo era el tóxico que producía la muerte al beberse o aspirarse. Hoy sabemos que pueden destruir el alma y que no ingresan al cuerpo por la boca ni son aspirados; entran por el oído pues son gritos, palabras fuertes e insultos que se transmiten a los niños y a los adultos. Las palabras pueden ser agua fresca de un manantial, que cura y ayuda a la vida; pero, también, agua con barro, que enferma y termina matando. Las palabras bien transmitidas pueden convertir a un niño en un castillo fuerte, valiente y hermoso. Hay muchos padres que quieren educar con gritos, insultos, amenazas y desacreditando al niño. Los chinos dicen que las palabras son como ladrillos que, cuando ingresan al cuerpo y son de amor, aumentan el desarrollo. Pero también las grandes peleas de los padres –que creen que los niños no escuchan ni entienden– dan rienda suelta a la furia verbal aun delante de los niños o con la puerta cerrada. Si quieres una familia fuerte, llena de amor y unida, acepta que la educación de los hijos no pasa por el grito ni la amenaza.
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