Roberto Lerner,Espacio de crianza
http://espaciodecrianza.educared.pe
El valor de un bocado se mide por lo que no tiene. ¿Y el sabor? O comemos rico —todos sabemos qué significa— porque hay presencias; o somos sanos y bonitos por lo que no hay en nuestros alimentos.
Lo rico existe como incentivo a buscar sustancias importantes, aunque escasas en nuestro ambiente original. Era poco probable ser sano, bonito y delgado si no se comía rico.
Se proporcionó a tailandeses y suecos comida que a los segundos parece desagradable; así como hamburguesas y papas fritas que gustan a los nórdicos. Los asiáticos absorbieron más hierro de la primera comida que los suecos, y viceversa. Cuando ambos recibieron pasta insulsa y muy nutritiva, absorbieron menos de lo esperado.
Obsesionados con peso, apariencia, salud y longevidad, abstenerse es la voz: no carnes rojas, no salado, no dulce, no grasoso, no…
Pero los estudios muestran que más importante que evitar es aumentar las comidas sanas; hacer ejercicio por placer y no para torturar al cuerpo; redescubrir rituales culinarios culturales; y socializar la alimentación, cada vez más solitaria.
Ninguna dieta cambia radicalmente nuestras expectativas de vida. Las modificaciones añaden calidad, mejores análisis de sangre, pero no una epifanía, como puritanos de la carne y el espíritu empaquetan sus propuestas.
La ausencia de placer hace daño a la salud. Cuando se pone en el centro de la vida, en el deporte o la comida, no importa los nutrientes, la calidad de los alimentos, el nivel de colesterol, las medidas de los músculos, lo más probable es que en el mediano plazo estemos incubando enfermedad.
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