02.MAY Jueves, 2024
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Opinión

El régimen “bolivariano” ha ordenado a los distribuidores de películas que exhiban la cinta de ficción Esclavo de Dios –cuyo contenido pone en aprietos a sus aliados iraníes y al grupo islamista aliado de Teherán, Hezbollah– que primero proyecten un cortometraje panfletario que justifica acciones terroristas de grupos palestinos.

Ariel Segal, Opina.21
Arielsegal@hotmail.com

El régimen “bolivariano” ha ordenado a los distribuidores de películas que exhiban la cinta de ficción Esclavo de Dios –cuyo contenido pone en aprietos a sus aliados iraníes y al grupo islamista aliado de Teherán, Hezbollah– que primero proyecten un cortometraje panfletario que justifica acciones terroristas de grupos palestinos.

El filme del cineasta venezolano Joel Novoa Schneider cuenta la historia de un libanés, miembro de una célula islámica, y de un israelí extremista que trabaja para el servicio secreto de su país. Ambos, sobrevivientes de atentados que marcaron sus vidas, se confrontan en el marco del ataque con un coche bomba perpetrado en 1994 contra la Asociación Mutual Israelita de Argentina (AMIA), que dejó un saldo de 85 víctimas mortales.

La película, que explora las consecuencias del radicalismo, venga de donde venga, ha sido calificado por el Gobierno venezolano de “pro sionista”, a lo cual Novoa replicó: “Es un irrespeto al público confundirlo con (la inclusión de) un documental sesgado. Si esto continúa, estamos considerando el retiro del filme de la cartelera”. También el guionista uruguayo Fernando Butazzoni (católico) le respondió al régimen venezolano en una misiva: “El atentado en la AMIA no había sido contra el Estado de Israel (ya habían volado la embajada en Buenos Aires), sino contra la comunidad judía de Buenos Aires y contra los judíos en general (…) Estoy harto de los que confunden la justa rebeldía de los pueblos con el bajo negocio político de entrecasa, de los que medran con dolores ajenos y lejanos. Estoy cansado de quienes creen que ponerse una boina ya es suficiente para dictar cátedra revolucionaria, de los que hablan sin pensar y hacen sin sentir”.

Agrega: “La práctica de repudiar expresiones culturales legítimas y exhortar al poder de los Estados a ello es un método fascista. Ya sabemos cómo es esa historia: se empieza quemando un libro y se termina incendiando el Reichstag (Parlamento alemán)”.

Y el fascismo –de derecha o de izquierda– es el método de los esclavos del odio.


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