Ariel Segal,Opina.21
arielsegal@hotmail.com
Bajando del aeropuerto de Maiquetía a Caracas abruman las grandes vallas con la figura de Chávez, que gradualmente se van mezclando con otras de marcas prestigiosas en una muestra de las contradicciones del “socialismo” venezolano. A medida que pasan los días noto la desesperación de una clase media empobreciéndose por la crisis económica a pesar de la mayor bonanza petrolera en la historia de Venezuela ($981,000 millones en los primeros 10 años del régimen del finado).
Muchos recién graduados quieren marcharse del país y los periodistas están acosados ante un régimen que ahora domina casi todos los medios de comunicación social y, para los pocos independientes que quedan, están por aprobar la creación de un ente dirigido por un general de inteligencia, el Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria, para censurar información en nombre de “la seguridad nacional”.
En Valencia, la nana de mi vecino me cuenta que si no fuera porque él le envía dinero del exterior no tendría para lo más básico y ceno con mi querida “fulana de tal” (una empleada a quien mi madre entrevistó para ejemplificar el drama de los pobres en Venezuela en su libro Entrevistados en carne y hueso de 1977), quien salta de alegría por la platita que le regalo y añora los tiempos cuando votaba por los gobiernos previos a la “involución bolivariana”. Todos pagan el precio de años del clientelismo que Chávez llevó hasta el paroxismo y de los regalos que, aun con la cifra de inflación más alta de Sudamérica, el desgobierno de Maduro hace a amigos del ALBA, con el país hipotecado a los chinos por un mínimo de 20 años que el finado transó irresponsablemente para su campaña electoral de 2012, a sabiendas que tenía una enfermedad terminal.
Hay una generación perdida por la demagogia y el rencor sembrado por un gobierno que ha armado a milicias y creado una cultura de anarquía por sus mensajes de odio social.
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