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Opinión

El mes pasado el rey Guillermo Alejandro de Holanda anunció nuevas medidas de austeridad del gobierno de su país y una de sus afirmaciones fue titular de muchos diarios y noticieros: la transformación de un estado de bienestar hacia “una sociedad participativa”.

Ariel Segal,Opina.21
Arielsegal@hotmail.com

El mes pasado el rey Guillermo Alejandro de Holanda anunció nuevas medidas de austeridad del gobierno de su país y una de sus afirmaciones fue titular de muchos diarios y noticieros: la transformación de un estado de bienestar hacia “una sociedad participativa”.

El discurso del rey holandés no representa su visión personal puesto que como jefe de Estado es el portavoz de las directrices legislativas del gobierno de turno, en este caso, del primer ministro Mark Rutte y su gabinete. El concepto del estado de bienestar, abierto a la economía de mercado, es una creación europea que se inició en Gran Bretaña y en los países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia), en la década de los 30 del siglo pasado como respuesta a la Gran Depresión de esa época.

Gradualmente, tras el fin de la II Guerra Mundial, el resto de los países europeos del bloque capitalista establecieron sistemas que garantizaron a sus ciudadanos asistencia social para desempleados, pensiones justas para jubilados y eficientes seguros de salud para todos los habitantes de estas naciones, en las cuales, con los impuestos de los más pudientes, se cubrían las necesidades de los más pobres.

El estado de bienestar era para las democracias de Europa un fundamento tan importante como el sistema parlamentario y las elecciones, pues combinaba lo mejor del liberalismo político con la búsqueda de la justicia social, pero tal como el rey holandés afirmó, ese sistema de seguridad social está colapsando tras la crisis que desde el 2008 ha causado que la Comunidad Europea estimule un cambio radical de políticas económicas.

Con una población en su mayoría en edad de vejez, problemas para incorporar a millones de inmigrantes y ahora, con altas tasas de desempleo, el gran contrato social creado por los europeos se estremece ante el impotente liderazgo de la Europa de hoy.


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