Existen lugares que se apoderan de nuestros afectos de inmediato: por su gente, por su sazón, por el empeño de sus gestores. Uno de ellos es Mares, el restaurante de Anthony Panduro, espacio que está por cumplir un año.
Mares nos gusta porque es un lugar sincero, que no vende liza por lenguado, que no se complica la vida haciendo (con) fusiones y que presenta una sabrosa carta de platos bravazos de la costa peruana, algunos juguetones, casi todos sabrosos.
Porque, lo decimos sin pudor, su leche de oso (lleva erizo, pescado, chicharrón de calamar y más) es una maravilla que cuesta S/.12 pero vale un millón; y ya quisiéramos decir lo mismo de su cebiche a lo pobre (lleva huevera frita), pero deben servirlo mejor, de tal manera que cada bocado sea jugoso; aunque, ojo, sabor tiene.
Pero no se llene con el cebiche, guarde espacio para el seco del sur: un tacu tacu de pallares montado con un filete de pez espada y una salsa de mariscos. Precio: 30 soles.
Los cocteles son otra maravilla porque los hacen con piscos Torre de la Gala y Cholo Matías y las recetas de PiscoBar.
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