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Opinión

Los rehenes del primer grupo rescatado por los valerosos comandos se dieron cuenta de que entre ellos se encontraba, como si fuera un rehén más, un terrorista conocido como ‘Tito’.

Carlos Tapia,Opina.21
ctapia@peru21.com

Los rehenes del primer grupo rescatado por los valerosos comandos se dieron cuenta de que entre ellos se encontraba, como si fuera un rehén más, un terrorista conocido como ‘Tito’. Apenas se sintieron a salvo lo denunciaron ante los policías encargados de darles seguridad; se encontraba desarmado y queriendo huir confundiéndose con los rehenes, en una actitud cobarde.

Los policías lo redujeron, tirándolo al suelo con sus manos enmarrocadas hacia atrás, quedando en un claro estado de indefensión. Dieron cuenta de este suceso al teniente coronel EP Jesús Zamudio (SIN), el que –de manera rápida– mandó a un comando para que se hiciera cargo de ‘Tito’, siendo los suboficiales de la Policía Nacional Raúl Robles Reynoso y Marcial Torres Arteaga los que lo entregaron con vida.

Al día siguiente, tirado en el pasadizo que comunicaba con la casa del embajador del Japón, se encontró el cadáver de ‘Tito’ con un balazo en la nuca.

Los suboficiales PNP Robles y Torres ratificaron esta versión en la investigación policial y, posteriormente, ante el juez instructor. Ellos sí, superando presiones de todo tipo, se mantuvieron firmes en su versión original.

¿Qué jueza podría, por lo tanto, aceptar la influencia de otros para atreverse a invalidar los testimonios de estos dos consecuentes policías? Así, pareciera que lo que se buscaba concertar en la polémica reunión de Pedro Cateriano, Juan Jiménez y César San Martín con la jueza Carmen Rojjasi, presidente de la sala, era otra cosa. Que se declarara, ante la vergonzosa deserción y la situación de no habido de Zamudio, libre de responsabilidad a la cadena de mandos directos por encima de Zamudio: Huamán Azcurra, Vladimiro Montesinos y Hermoza Ríos. Igual a lo sucedido en el fuero militar en el año 2002. Pero, ahora, vergonzosamente, también en el fuero común. Como para no creerlo. O como para creerlo, si pensamos muy mal.


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