22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

La interminable hostilización judicial al recientemente fallecido Camet constituyó una de las más refinadas exhibiciones de sadismo por parte de nuestros procuradores, fiscales, jueces y la izquierda, que se dedicaron sistemáticamente a atormentar a un anciano, cuya única culpa fue haber sido un eficiente ministro de Economía.

Aldo Mariátegui,Ensayos impopulares
amariategui@peru21.com

Que te pases de los 76 a los 86 años con constantes arrestos y paseándote por el PJ –donde 13 meses atrás una aparatosa caída por las escaleras le rompió el cráneo y le hospitalizó hasta su deceso– para que recién al fin de tus días te absuelvan de un cargo, que a simple vista era manifiestamente absurdo, solo demuestra lo enfermo que puede llegar a ser nuestro país, la insensibilidad de nuestra justicia y lo repugnantemente retorcida que es nuestra repulsiva izquierda local, que al final de cuentas es un monstruo histérico (como diría Jiménez) de cuerpo de cerdo, cabeza de buitre y colmillos de vampiro. Hay que escuchar cómo santifican a sus muertos cuando, precisamente, de estos partieron acosos judiciales incesantes, como los que martirizaron a Alberto Bustamante, José Dellepiane (de quien Montesinos hablaba pestes en los videos y con quien toda la desmemoriada caviarada trabajó en la reforma del PJ. ¿No, Diego?), el general Chacón y Camet. Incluso, por la izquierda se hicieron atrocidades legales, como cambiar la norma para que el delito de peculado alcance a quienes no eran funcionarios públicos, algo que en ninguna parte del mundo se acepta (¿No, César?). Bueno, aquí también se revocan indultos presidenciales, se anulan vacancias ediles o te notifican fallos posteriores con fechas anteriores. ¡Qué justicia!

Por lo menos, Camet tuvo la satisfacción de lúcidamente enterarse de que había sido absuelto y de recibir un oportuno homenaje de la Confiep.


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