Este último fin de semana ha sido duro para Hollywood porque debió despedirse de dos actores míticos: Peter O’Toole, recordado por su papel en Lawrence de Arabia y Joan Fontaine, la magnética protagonista del clásico Rebecca.
Ella expiró anoche a los 96 años por causas naturales en su casa de Carmel, al norte de California.
Nacida en Japón de padres británicos, Fontaine se mudó en 1919 a California, donde ella y su hermana mayor, la también estrella Olivia de Havilland, forjaron exitosas carreras cinematográficas y una enconada rivalidad.
Fontaine comenzó su carrera actoral en la adolescencia, con papeles menores en películas clase B de la década del 30. Su carrera despegó en 1940 de la mano de Alfred Hitchcock quien, impresionado por su expresiva mirada, la incluyó en su primer filme estadounidense: una adaptación de la novela Rebecca, de Daphne du Maurier.
Recibió una nominación al Oscar por su interpretación como atribulada esposa de un aristócrata inglés (Laurence Olivier), cuya felicidad se tambalea ante una amenazadora presencia.
Pero su único galardón de la Academia lo conseguiría un año después, con tan solo 23 años, por su papel en un nuevo clásico de Hitchcock: Sospecha (1941). En la cinta encarnaba a una tímida joven que se enamora de un rompecorazones (Cary Grant), pero tras la boda sospecha que su marido es un asesino y ella, su próxima víctima.
Pero la enemistad con su hermana Olivia es un capítulo aparte. Ni siquiera en sus últimos años las longevas actrices se reconciliaron tras casi 40 años sin dirigirse la palabra por sus rivalidades amorosas y profesionales.
“Me casé primero, gané el Oscar antes que Olivia y, si muero primero, sin duda se pondrá furiosa porque también le habré ganado en eso”, aseguró la lenguaraz Fontaine al Hollywood Reporter en 1978.
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