Renato Cisneros tuvo que despertarse muy temprano por varios años de su vida. Primero para ir a la escuela, a la universidad, conducir un programa de radio, trabajar en un diario y en televisión. Hoy, luego de los ocho años de trabajo que su novela de autoficción La distancia que nos separa le exigió, levantarse a las 6:30 a.m. es un recuerdo de aquellos días en que decidió escribir y solo escribir.
Para Cisneros, esta novela empezó como un proyecto que ni él mismo estaba seguro de que iba a realizar. Actualmente, cosecha comentarios positivos que han llevado a los críticos a calificar el libro como la mejor de sus obras, y a él, como un escritor que está alcanzando su madurez literaria. Sus anteriores textos, y eso cree Cisneros, son pasos que tuvo que seguir para llegar a este presente tan prometedor.
Para esta novela, Cisneros tuvo una metodología mucho más rigurosa para escribir, no fue solo robarle horas al fin de semana. Por esta razón y la disciplina con que fue hecho, él siente que este libro es distinto, y tal vez es ahí donde su padre, Luis Federico el ‘Gaucho’ Cisneros, ex ministro, general del Ejército y personaje de la novela, está presente: en esa metodología y disciplina propia de un militar. “Creo que reconstruir a mi padre era, sobre todo, una necesidad vital antes que una urgencia literaria”, dice Cisneros, que hizo un excelente trabajo de investigación y memoria. “Hubo páginas que yo no podía escribir sin parar de llorar”, comenta enseguida.
Renunció a uno de sus programas matutinos en la radio para darse un tiempo fijo y escribir. De 6:30 a.m. al mediodía, Cisneros cambió la hora de hablar por la de escribir. Él es una persona natural, sin poses de escritor ni conductor radial o de televisión. Un polo, jeans y zapatillas son su atuendo habitual. Con esa vestimenta podría ir a una entrevista para hablar de su nueva novela y luego partir al dentista con solo cambiarse de polo o ponerse una camisa sport.
Cisneros confiesa que, por momentos, siente que es el reflejo de su padre. Detalles cotidianos del escritor son muestras de gran influencia: cuando pone la mesa para la cena y, de pronto, aparece la meticulosidad y la perfección de ubicar los cubiertos, las servilletas y las copas que su padre tenía, apuntando los cubiertos hacia un mismo lado y ubicando los vasos con sutil simetría. El ‘Gaucho’, un militar, un ministro, un personaje, un hombre que no deja de estar presente en la vida y el libro de Cisneros; un padre que, con su presencia o su “ausencia”, cubre las distancias que hoy los separan.
Christian Saurré
(christian.saurre@peru21.com)
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