“No sé si soy un artista cosmopolita; eso sí, nunca me sentí un creador ‘nacional’. El arte contemporáneo no tiene casa, es universal. Por eso estoy hoy en Lima”, nos dice Marcel Odenbach, artista alemán, pionero del videoarte y uno de los creadores más importantes del mundo en este terreno. Una retrospectiva de su trabajo, “Marcel Odenbach: Stille Bewegungen. Tranquil Motions. Movimientos Quietos”, se exhibe estos días en el MALI. Hay que verla.
¿Qué le atrae de América Latina? Ha trabajado en Brasil y Venezuela…
Yo me defino mirando culturas distintas a la mía: soy alemán, pero, haciendo una comparación con los otros, hallo mi propia identidad. En ese sentido, en los 70 y 80, América Latina tuvo un papel muy importante para mí. Además, estudié Historia del Arte y mi tesis trató sobre la visión que los viajeros europeos de los siglos XVIII y XIX tenían de ultramar. Me llamó la atención cómo ellos, en sus relatos, expresaban su sorpresa ante lo desconocido a través del racismo.
¿Esa visión racista se mantiene hasta nuestros días?
El racismo de entonces no es el mismo de hoy. El tiempo de Hitler ya pasó, pero es verdad que la cultura europea le tiene miedo al otro, a lo que le resulta extraño.
Acabo de estar en Dresden, donde abundan los neonazis.
Ese problema está centrado en el este de Alemania, y encuentra su pico en Dresden. Desde que cayó el Muro de Berlín y se abrió la Cortina de Hierro, hay una tendencia nacionalista que se ha instalado, sobre todo, en personas y países –como Ucrania y Rusia, por ejemplo– que están en busca de su propia identidad.
Su obra tiene como eje a la identidad…
En todos mis trabajos aparece siempre la interrogante ‘¿quién soy?’, pues me interesa saber qué mecanismos se manifiestan en nosotros cuando nos decimos ‘alemán’, ‘peruano’, ‘europeo’, ‘latinoamericano’, etcétera. Nací poco después de la Segunda Guerra Mundial, en Colonia, en 1953, y siempre estuve confrontado con la historia de Alemania, sobre todo porque mi familia tiene orígenes distintos: Polonia, Rusia, Bélgica, Austria; entonces, el tema de mi identidad es muy importante. Ahora, veo en esta diversidad una gran oportunidad, sobre todo porque ser un alemán de la posguerra me hace sensible a los problemas de los otros países.
¿Cómo cambió su obra después de la caída del Muro de Berlín y de la reunificación alemana?
Hasta la reunificación, Alemania no era un país central. Es más, era un país ocupado: en su territorio existían bases militares de EE.UU., Francia, Inglaterra, etcétera. Con la unificación nos vimos obligados a vivir otra historia, a compartir un escenario con personas que eran distintas a nosotros, que venían del este y cuya formación educativa, económica y política era comunista. Sin embargo, hay que decir que nuestra canciller y nuestro presidente provienen del este, lo que ha influido en cómo se maneja hoy el país.
¿Qué lugar ocupan las ideas y la estética en su obra?
Ambas no pueden estar separadas, caminan paralelamente. Además, la estética está muy influenciada por el medio que utilizo, que es el video y el collage. Cuando empecé, a mediados de los 70, el videoarte no existía, no había ningún modelo a seguir y teníamos que comenzar de la nada. Quizás por eso al inicio fui percibido como artista en Canadá, Australia y hasta Brasil, y no tanto en Alemania. Claro, mis influencias vinieron de cineastas de vanguardia como Fellini, Pasolini y Godard, pero el cine como lugar creativo nunca me interesó. El video me atrajo porque exigía otra lectura del espectador: lo visto no era cine, no era una pintura, era otro vehículo expresivo, con códigos que, por entonces, empezamos a crear.
TENGA EN CUENTA
MARCEL ODENBACH. MOVIMIENTOS QUIETOS
- Lugar: Museo de Arte de Lima, MALI (Paseo Colón 125, Lima)
- Visitas: De Ma a D, de 10 a.m. a 8 p.m. 6 y 12 soles.
Por: Gonzalo Pajares (gpajares@peru21.com)
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