Mijail Palacios Yábar
@mijailpy
Jeremías Gamboa (Lima, 1975) no es fan de The Rolling Stones sino de Los Prisioneros de Chile. Es escritor, pero su sueño fue ser músico. Y Cuba Stone (TusQuets Editores, 2016) reúne, de alguna forma, ambas pasiones. El autor de Contarlo todo viajó a La Habana para escribir una crónica del histórico concierto que dio la banda de Mick Jagger y que quede inmortalizado en este libro, que ahora es pretexto para conversar de música, política y el pasado post punk de Gamboa.
Tuviste una banda en tu adolescencia.
Nooo… (risas). Son un grupo de amigos a los que hace mucho tiempo les hablo de la novela que voy a escribir sobre ellos.
Y el grupo se llamó Eviterna.
(Risas)… Fue algo interesante y fugaz. Fue un fogonazo de fin del colegio, tocamos en algunos conciertos… No puedo creer que esté hablando de esto (risas)… Y luego la vida nos llevó por distintos caminos, y esa es un poco la idea explotable en una novela. Yo me preparé para la universidad, en cambio Ricardo Castro (nuestro baterista) siguió en la movida. Yo soñaba con la profesionalización de la música.
¿Y qué pasó?
Yo tenía dos ideas de bandas: Caifanes y Los Prisioneros. Grupos que tenían un extracto popular, que eran de barrio obrero, como nosotros, y que en algún momento ganaban una visión más seria del asunto. Pero mis amigos no estaban sintonizados con esa idea. Para ellos tocar era una cosa mucho más libre. Yo era el frontman, quería convertir esa banda… No se pudo y me dediqué a hacer lo mío y me profesionalicé como escritor.
¿Hubieses preferido ser músico?
Gran cantidad de escritores somos músicos frustrados.
Siendo lo tuyo más el post punk, el new wave, cómo así empalmas con los Rolling Stones.
Los Stones para mí eran la decadencia, lo que teníamos que evitar.
¿Y no lo siguen siendo?
No, porque ya decliné mis banderas… Inicialmente, lo mío era The Cure, Echo & the Bunnymen, Joy Division, pero luego fui declinando banderas, escuchando cosas más eclécticas. Mis amigos de la banda seguían yendo a las fiestas y de negro. En la universidad ya escuché Bob Dylan, Leonard Cohen. Nunca pensé que los Stones hubieran sido un tema para mí.
Entonces, llegas a los Stones casi a la fuerza.
Primero, en Lima me cayeron unas invitaciones y fui a verlos, pese a que ya casi no voy a conciertos. Ese primer concierto los vi con ojos de cubano, en el sentido de que no conocía tanto las letras y porque no saqué el celular para hacer ‘selfies’ o fotos. En una reunión, la editorial me ofreció ir a La Habana a ver a los Stones y escribir sobre ellos para este libro. Y la verdad es que me gustó mucho. Es impresionante. Una vez que acepté la comisión, me puse a escuchar toda la discografía de ellos, durante tres meses no escuché otra cosa más que los Stones.
Tu crónica, sin embargo, enfoca en gran parte las vivencias de los cubanos en Lima y el clima político-social en Cuba, e incluso la llegada previa de Barack Obama.
No me he presentado como un experto en los Stones. Yo les dije a los editores que no conocía a los Stones, fui honesto. Y me dijeron que eso era lo que querían: un ‘pata’ que no sepa nada porque ya tenían a Sinay y Joselo que son especialistas. Igual me puse a leer biografías de los Stones, crónicas sobre La Habana, ver documentales. Y ahí empecé a apreciarlos realmente.
¿El concierto de los Rolling Stones en Cuba no fue una frivolidad? Se gastaron millones de dólares en ‘containers’, aviones, personal en un país en donde, según la crónica de Joselo, le pidieron que le regalen una cuerda.
Por un lado, te puede parecer una frivolidad; por otro, puede ser un regalo darle un concierto de esa magnitud, que le debe generar a los cubanos algún tipo de iluminación de lo que ocurre afuera e insatisfacción.
En tu crónica citas pasajes interesantes del discurso que dio Obama en La Habana, previa a la llegada de los Stones…
Soy un fan de Obama. Su discurso en Cuba fue brillante. Yo llegué cuando él se había ido. Los periodistas de todas partes del mundo estaban exaltados por lo que había dicho, uno de ellos era Jon Lee Anderson.
¿Y qué sensación te deja lo que vive Cuba?
Hay cubanos que odian el sistema y ellos están en Miami. El habanero no tiene una cosa tan clara sobre Fidel, es muy complejo el asunto. Están con la revolución, pero sienten que hay cosas que le falta. No van a dejar de llorar a Fidel cuando se muera. La democracia es una palabra ajena, son generaciones de cubanos que han nacido sin ella. Tienen una enorme ansiedad ante los cambios. Los mayores están a rajatabla con Fidel y los más jóvenes quieren cambios, no necesariamente de modelo, pero buscan libertades. Para estos últimos, la llegada de los Stones, que no conocían, sí era importante, se les abría una ventana. En Cuba hay temor y anhelo.
¿Con el triunfo de Donald Trump también eres de los que piensan que se viene una catástrofe?
Soy optimista por definición. Pienso en lo que dice Obama: quizá la llegada al poder le dé un principio de realidad. Recordemos a Humala antes de llegar al poder.
Y finalmente, ¿de qué grupo te gustaría hacer una crónica?
Cuando estaba en Chile, tenía ganas de hacer una crónica sobre Los Prisioneros. Es una banda que para mí representó muchísimo. Ellos y Caifanes son casi todo lo que significó para mí un lugar en el mundo durante la adolescencia. Como Eviterna buscamos un sonido que nunca encontramos y cuando pasó el tiempo y Caifanes lo hizo, mi banda ya se había desintegrado, y pasó más tiempo y escuché a Café Tacvba, y dije: ‘este era el sonido que estábamos buscando’, quince años después. Esta es otra banda de la que me interesaría escribir. Caifanes piensa en la fusión y Café Tacvba piensa con la fusión. Esas son las bandas más importantes. Recuerdo que admirábamos a Soda Stéreo, pero podíamos ser Los Prisioneros. Y Caifanes era una mezcla de ambas cosas. Cuando entré al colegio de Los Prisioneros, para mí era como entrar al colegio de los Beatles, estar en Abbey Road. Los Prisioneros son mis Rolling Stones.
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