En el libro Escenas de la vida posmoderna, Beatriz Sarlo comparó el centro comercial posmoderno con una cápsula espacial acondicionada por la estética del mercado.
Efectivamente, el centro comercial es un simulacro de ciudad donde se puede realizar toda actividad de la vida: se come, se descansa, se copula y se consumen símbolos donde el dinero es el bien común (en cómodas cuotas mensuales y hasta agotar el saldo).
La estética del mercado no solo ha reconfigurado gran parte de nuestra vida, también ha prostituido (al mejor postor y sin profiláctico) el libre uso de los espacios públicos.
¿Debería molestarnos que se usen las piletas de Chorrillos como piscinas públicas? No. Es una reacción ciudadana a un contexto donde gran parte del litoral está arrendado y comercialmente tugurizado (desde el comercio informal hasta un club marino).
Todos deberíamos defender el uso de las playas, como propiedad colectiva y sin el proxenetismo que genera el mercado.
Si te interesó lo que acabas de leer, recuerda que puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.