Empezaré esta reseña diciendo que entre los pocos poetas peruanos de interés que han surgido en el presente siglo considero necesario incluir a Manuel Fernández (Lima, 1976). Hace unos diez años apareció su primer libro, Octubre (2006), largo poema pletórico de recursos y alternativas expresivas acerca de los profundos cambios que experimentó el país durante el docenio militar y los destinos privados que se involucraron con aquellas reformas.
En el 2014, Fernández publicó La marcha del polen, conjunto que reflejaba una clara evolución artística. En sus páginas se proponía trazar una Breña personal conformada por el degradado paisaje urbano de los ochenta, turbadoras imágenes de la infancia y visiones de Lech Walesa, otrora esperanza de la izquierda democrática.
Procesos autónomos es el último libro de Fernández, el cual cierra una trilogía que constituye quizá el proyecto lírico más importante de su generación. Esta serie de poemas parte de la ambigüedad declarada por Fernández en el prólogo con respecto a su posición frente a lo académico: por un lado reconoce que la intelectualidad es necesaria si nos urge una teoría capaz de explicar nuestra convulsa realidad, mientras que por otro lado afirma que esas teorías suelen ser distantes de esa realidad que proclaman interpretar y están heridas por el dogmatismo y acartonamiento.
Pues bien, leyendo el libro esa indecisión va desapareciendo hasta enfrentarnos a un discurso que no solo parodia los formalismos de la Academia para delatar sus simulacros, simbolizados en ese profesor que “construye desde una pizarra / desde una sintaxis alambicada (…) aprovechando el desconcierto / y la regencia de los verbos” (p. 22-23) sino también que impugna duramente a la izquierda peruana y sus distintas facetas y discursos, especialmente en la mejor sección del conjunto, que da nombre al libro.
El primer poema de este apartado, El discurso como interacción social, es también uno de los mejores de Procesos Autónomos. Se trata de un texto de encomiable factura donde se examina el ascenso, apogeo y caída del velasquismo, al que se retrata como un movimiento revolucionario que termina siendo “una estructura perfecta / dijeron / una estructura sin bases reales / que se desploma / estrepitosamente” (p. 65).
Más crítico aun resulta “Elementos excluyentes de la acción humana sobre la dimensión histórica”, requisitoria contra el papel de los partidos y movimientos de izquierda en la época del terrorismo. En el poema escuchamos la voz de quien recuerda cómo militantes y dirigentes hacían para acabar renunciando a sus ideales: “estrechamos lazos / con la cooperación internacional / y nos enamoramos del vino blanco / los hoteles caros / sus mujeres / acariciamos en la cama la fama que no nos dio nunca la lucha armada” (p.69).
El libro concluye con un poema acerca del desalojo de La Parada por parte del gobierno municipal de Susana Villarán, suceso que denuncia una vez más la imposibilidad del diálogo entre el poder y el subproletariado, sustituido por “la incuestionable lógica de dos cargadores frontales” (p. 70) y que reconfirma “la completa renuncia de la izquierda a representar al pueblo / su incapacidad / todo su fracaso” (p. 73).
Desde Donde mancó el árbol de la espada y arcoíris (1980) de Cesáreo Martínez no había leído un texto poético tan frontal y logrado sobre la izquierda peruana proveniente de uno de sus mismos simpatizantes. El clamor de Martínez es también el de Fernández, cuyos Procesos Autónomos tienen la misma fuerza y ánimo reivindicativo que el que se respiraba en las turbulentas calles, universidades y fábricas de Lima 30 años atrás.
Ficha
MANUEL FERNÁNDEZ
- “Procesos autónomos.” Estruendomudo, 2016, 76 pp.
- Relación con el autor: amistad.
- Puntuación: 4/5
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