Si hay algo que ha estado presente a lo largo de toda la vida de Juan de la Fuente Umetsu (Lima, 1965) es el sentimiento de ausencia. Incluso desde antes que naciera este ya iba abonándose en su historia: su abuelo, un inmigrante de Osaka, tuvo que abandonar el Perú largos años durante la Segunda Guerra Mundial, en ese terrible periodo en el que se persiguió a la colonia japonesa. Justamente él reconoce que su acercamiento a la poesía se debe a la necesidad de entablar un diálogo con seres queridos y desaparecidos, de reconstituirlos por medio de las palabras.
De la Fuente es uno de esos poetas secretos que han germinado apartados de la corriente conversacional imperante en nuestra lírica. Aunque ganó algunos premios a principios de los años ochenta, no se apuró en publicar y recién en 1999 nos entregó su primer libro, Declaración de ausencia (1999), interesante serie de poemas en la que planteaba la posibilidad de que fuera Ulises quien espera la llegada de Penélope a Ítaca; posteriormente aparecieron Las barcas que se despiden del sol (2008) y su primer libro mayor, La belleza no es un lugar (2010) en el que la reflexión y una contenida y amable ironía se conjugaban, engendrando algunos poemas de buena factura en los que se hacía presente la oscura melancolía de quien ha optado por un aislamiento interior.
Tras seis años de silencio editorial, De la Fuente regresa con el que quizá sea su mejor poemario hasta la fecha: Puentes para atravesar la noche. Estamos ante un libro que condensa las más llamativas virtudes de nuestro autor, así como también los claros límites de su propuesta.
Empecemos por lo bueno: si la intención de De la Fuente ha sido plasmar en sus textos las posibilidades de vencer al silencio, la ausencia y la hostilidad de un mundo repleto de metáforas que “amenazan con mostrar sus cicatrices” y en el que “todo es costura”, hay que decir que alcanza estas metas en algunas de estas composiciones. Él afirma que le van mejor los poemas breves, pues estos se ajustan más a su inclinación por el “descubrimiento de instantes” pero lo cierto es que sus logros más sostenidos se encuentran en los más extensos, entre los que destaca el que da nombre al libro: es en este donde su voluntad por desbaratar la soledad, las derrotas del pasado y la incomunicación se concretiza de forma más satisfactoria. Lo mismo puede decirse de Rodin, poema que es a la vez conjuro contra la inmovilidad que detiene al amor y que proclama “un momento de sangre más allá de la sangre”.
Hay que mencionar también que es meritorio cómo en los poemas de corte oriental De la Fuente evita los lugares comunes en los que suelen caer quienes exploran esta vertiente, y que a punta de grullas, jardines y juncos acaban haciendo de sus poemas meros frontispicios de restaurantes japoneses.
Si bien Puentes para atravesar la noche es un libro estimable, también es cierto que produce la misma impresión que los anteriores títulos de De la Fuente: la de ser un poemario donde todo está en general bien hecho y acomodado, pero donde se añora algo de audacia y de riesgo, un resquicio donde hallar algo que sea ajeno a lo acordado de antemano. Tal vez haga falta algo menos de refrenamiento y de precauciones y poner toda la carne en el asador para “dejar que nos asesinen con silencio las palabras”.
FICHA
- Juan de la Fuente
- Puentes para atravesar la noche.
- Paracaídas 2016. 62 pp.
- Relación con el autor: cordial.
- Puntuación: 3 de 5 estrellas
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