Rudy Jordán Espejo
Habíamos llegado al Aeropuerto de Pisco desde Lima en poco más de media hora y en la pista de aterrizaje los dos motores de la flota de aviones Twin Otter Vistaliner Dhc 6-300, recientemente adquiridos por la empresa LC Perú, parecían ser la mejor garantía para salir ilesos de la temida ruta de Pisco hacia las Líneas de Nasca.
Este tour, que en los últimos años genera más noticias por sus avionetas caídas que por sus misteriosas figuras, cuenta ahora con una flota de “aeronaves de dos motores que nos dan la tranquilidad que ante una falla tendríamos capacidad de volar con plena seguridad”, asegura el capitán Armando Velarde.
Un representante de la empresa nos comenta que las cinco tripulaciones han sido capacitadas durante un año. Además, nos dice, la confiabilidad de estas aeronaves está probada pues son utilizados desde hace años para sobrevolar la ruta del Gran Cañón.
Un despegue sin turbulencias termina por calmar nuestros nervios.
LÍNEAS PANORÁMICAS
El cielo celeste pronosticaba una vista perfecta. Además, las ventanas panorámicas –tres veces más grandes que las de una avioneta convencional- parecían ser el prisma ideal para ver las Líneas de Nasca. Las cristalinas playas de Pisco dieron paso al desierto. Este hecho nos hizo saber que, tras las decenas de nubes ahora colgadas en el cielo, las líneas empezarían una a una a revelarse.
“A su derecha pueden ver el cóndor”, anuncia el piloto a través de los audífonos que cada viajero tiene incorporado en su asiento. Inmediatamente el avión se inclina como un ave y la emoción de la primera figura empuja a toda la tripulación hacia la ventana. Asombro es quizás la palabra para definir la primera impresión, ante una silueta intacta que parece haber sido trabajada en la última semana y no hace miles de años.
Y luego, con la misma dinámica anuncio del piloto, avión inclinado y pasajeros pegados a la ventana aparecieron en el gigantesco lienzo de arena colibríes gigantes, el pelícano, una araña, un mono, una ballena de 27 metros, un perro con patas, dos llamas. Hasta que una figura distinta captó nuestra atención.
En la falda de un cerro negro se asomaba un singular grupo de humanoides denominado como “La Familia”. Cerré los ojos y busqué en mi más viejo recuerdo escolar pero no logré dar con referencia a esas figuras. “Eran las líneas de Palpa”, me comentó luego un pasajero con varios vuelos en el área y agregó que son más antiguas que las Líneas de Nasca.
Luego de dos horas el bimotor aterrizó sin problemas ante los aplausos de los pasajeros. Las palmas no solo contenían la alegría de haber vivido una experiencia inolvidable sino el alivio de que el único enigma hayan sido las líneas y no la seguridad del vuelo.
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