De niño no imaginaba que mi pasión por el vino me llevaría a iniciar un emprendimiento, ni que me casaría con una peruana, ni que me mudaría al otro lado del océano. Simplemente acompañaba a mi abuelo a visitar a los productores de la zona para escoger el vino que tomaríamos en la cena. El cual usualmente era un Riesling, cepa típica de Alsacia, la región de Francia donde nací.
Bebíamos vinos franceses todo el tiempo, entiéndase Navidad, Año Nuevo, cumpleaños, parrilladas, etc. En Francia el vino es parte de nuestro día a día, sinónimo del buen comer y de compartir. Por ello, desde jóvenes aprendemos a probarlo y maridarlo.
Es así que pensaba que tenía un buen conocimiento del vino hasta que un día perdí una apuesta. Estaba en una cena con amigos extranjeros y nos trajeron uno de los mejores vinos que había probado en mi vida. Sin ver la etiqueta aseguré que se trataba un vino tinto francés. Por supuesto que no era francés, era de Argentina y caí en cuenta que nunca había probado un vino de ahí, ni de Chile, ni de cualquier lugar que no fuera Francia. Así que desde entonces me propuse expandir mis horizontes.
En la universidad tuve oportunidad de aprender más gracias a mi buen amigo Sébatien Estivie, quien era el vicepresidente del club de vinos. Durante nuestros estudios en la Escuela de Negocios de Lyon hicimos un buen equipo y organizamos muchas actividades de enología especialmente para los estudiantes extranjeros. Inclusive visitamos algunas de las bodegas más importantes de Francia y probamos vinos muy exclusivos que de otra manera no hubiésemos podido pagar.
Pero la universidad acaba y la vida te lleva por diferentes caminos. Sébastien trabajó para prestigiosas bodegas como la Casa de Champagne Krug (Francia), el Château La Conseillante (Francia) y en la Bodega Lapostolle (Chile). Además, visitó viñedos en Francia, España, Italia, Argentina, Sudáfrica, Chile, Australia, Alemania, Portugal y Nueva Zelanda. En mi caso la vida me llevó a vivir en Buenos Aires, dónde me enamoré del Malbec. Luego me mudé a Londres y finalmente Barcelona donde trabajé en una empresa de tecnología.
Mientras estuve en Barcelona conocí a una peruana maravillosa. Poco tiempo después terminé pidiéndole a mi empresa un traslado a Perú porque me había enamorado de ella y de este país, que al igual que Francia es apasionado por la gastronomía. Por casualidades de la vida me enteré que Sébastien había llegado a vivir a Lima unas semanas antes de mi llegada.
Al reencontramos revivimos nuestra vieja pasión por el vino, ahora con el reto de lograr un match perfecto con la gastronomía peruana. Descubrimos que el Tacu Tacu maridaba deliciosamente con el Pinotage de Sudáfrica, el pan con chicharrón con un Syrah de España y el chifa con un buen rosé de Francia.
Nos convertimos en un referente para nuestros amigos que nos pedían tantos consejos para elegir sus vinos que pensamos que era una buena oportunidad de negocio. Así nace Caudalia Wine Box, en donde mes a mes Sébastien y yo escogemos dos vinos de diferentes regiones vitivinícolas del mundo y los enviamos a nuestros clientes con información acerca de cómo maridarlos y disfrutarlos. Además también les compartimos algunos tips y les enseñamos a catar correctamente en nuestros encuentros mensuales con la comunidad Caudalia.
Hace tres años comenzamos esta aventura y tenemos la ilusión que cada vez más personas recorran el mundo con nosotros a través de nuestros vinos. Un mes podemos dedicarlo a nuestros amados vinos franceses, otro a los de California, Chile, Sudáfrica, Alemania entre otros, y así convertir esto en una experiencia didáctica y divertida a la vez.
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— Diario Perú21 (@peru21noticias) 16 de junio de 2017
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