Recuerdo que a los seis años caí enferma de hepatitis, estaba convaleciente en cama. De pronto vi entrar a mi habitación a mi perrito Tony. Al ver sus ojos tristes me di cuenta que algo andaba mal, y no me equivoqué. ¡Lo habían envenenado! Mis padres se habían ido a trabajar y yo estaba sola con la empleada en la casa.
Me sentí impotente porque no pudimos hacer nada. Tony murió en mis brazos. Desde ese día yo juré que me convertiría en veterinaria para no dejar que los perritos se mueran, y también me prometí que no le cobraría a la gente pobre.
Y así lo hice. Estudié en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Me tomó muchos años terminar mi carrera porque era la época el terrorismo. Luego trabajé en el Parque de Las Leyendas, donde atendía a toda clase de animales como osos, focas y jirafas. Fue una época muy divertida.
También trabajé en la Asociación Amigos de los animales, en un establo, en la industria agrícola con pollos. Luego ingresé al mundo de la televisión participé en los programas como ‘Utilísimas’, ‘Hermano menor’, ‘Hola Perú’, y hasta me entrevistó César Hildebrandt.
El sueño del negocio propio
Hace 27 años decidí junto a mi esposo, que también es veterinario, fundar nuestra propia empresa. Desde ese momento, he dedicado mi vida a mi empresa. Lo mejor de todo es que mis hijas Thalía y Macarena también son veterinarias.
Amo mi trabajo y mi vida. Por eso, me despierto muy temprano. Mis ojos se abren a las 5 de la mañana. A esa hora me dirijo al gimnasio. Después de una refrescante ducha, abro la veterinaria. El día empieza con las emergencias. Paso revista a todos mis pacientes que he operado un día antes, para ver cómo han amanecido. Luego mi equipo de trabajadores y yo atendemos las consultas.
Llegan a la clínica toda clase de casos: perros atropellados, envenenados, que se atragantan con algún objeto. Es cotidiano ver animales exóticos como peces, pelícanos, monos, tortugas, guacamayo, papagayos, conejos enanos y ardillas.
Hace un tiempo operé a una chozna (tipo de mono) que se llamaba ‘Madonna’…tenía infección uterina. Recuerdo que llegó moribunda y tras la cirugía se recuperó. La dueña estaba muy feliz porque vivía sola y ‘Madonna’ era su única compañera.
Ahora semanalmente atiendo a una monita que se llama ‘Sachi’. Ella tiene más de 50 vestidos. Su dueña los hace. Tiene ropa de casa, de calle, y hasta pijama. Esa mona vive muy bien. Otro paciente engreído es un erizo bastante viejo, todas las semanas lo traen para atenderlo porque tiene callos. Le remojo los pies, le echo algunas hierbas, y le limpio.
El caso más peculiar que atendí fue el de una señorita que vivía en su departamento con una gallina carioca. Ella traía a la gallina todas las semanas para acicalarla. Un día le dije que la gallina no necesitaba tantos cuidados. Y respondió: ¡No, por favor báñala! Y así lo hice, hasta le limábamos las uñas.
También recuerdo que operé gratis a una lagartija que se había atragantado una vainita. Su dueña no tenía el dinero suficiente para pagar la operación pero eso no me importó. Yo vi que ella amaba a su lagartija, y le aseguré que la salvaría. Al poco tiempo la lagartija se recuperó. Y como agradecimiento me traía todas las semanas una paciente nueva.
A veces los dueños de las mascotas no están en condiciones de pagar por una operación, y si está en las manos del veterinario poder ayudar, entonces, hay hacerlo. De alguna manera lo vas a recuperar.
El verdadero veterinario siempre debe pensar en ayudar a los demás, capacitarse y trabajar con amor. Nunca debe rendirse. De ese modo todas las puertas se abrirán.
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— Diario Perú21 (@peru21noticias) 30 de mayo de 2017
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