Veía el mundo desde sus lujosos autos o desde la ventana de la habitación de un exclusivo hotel, en una playa de Centroamérica. Se había acostumbrado a la vida desenfrenada, a la velocidad, a los tragos etiqueta azul o verde, a lucir sus pistolas en bulliciosas fiestas con los grupos musicales de moda –sobre todo Trébol Clan– y a estar rodeado de un séquito de amigos, muchas mujeres entre ellos. Pero todo cambió para Gerald Oropeza López la noche del 1 de abril. Ese día, cinco sicarios a bordo de dos vehículos balearon y arrojaron una granada a su camioneta Porsche Cayenne Turbo. Increíblemente salió ileso. Aún no era su hora.
Tras este atentado, Oropeza López pasó a la clandestinidad. A sus 34 años se convirtió en el hombre más buscado del país. Salió de Lima. Llegó a Piura. De ahí, sin que se supiera cómo, cruzó la frontera con Ecuador. Fue a parar al exclusivo balneario de Salinas, donde fue capturado el 12 de setiembre por el Grupo Especial Móvil Antinarcóticos (GEMA) de ese país, con el apoyo de tres agentes de Inteligencia la Dirección de Investigación Criminal (Dirincri) del Perú. Vestía un polo Armani blanco, unas bermudas negras y sandalias sencillas. Ahora está internado en el penal de Piedras Gordas I, bajo un régimen especial.
DE SAN HILARIÓN A LA MOLINA
Gerald Américo Oropeza López no solo heredó el nombre de su padre, Beltrán Américo Oropeza San Martín. También recibió de él dos cargas muy pesadas: la empresa de limpieza Servicios Generales Ronald S.A.C. (Sergero S.A.C.) –llamada así en homenaje a su hermano mayor, quien murió en setiembre del año 2000– y la militancia en el histórico Partido Aprista Peruano (Apra).
Nació el 2 de marzo de 1981 en La Victoria. Vivió toda su infancia, su adolescencia y parte de su juventud en el barrio de San Hilarión, en San Juan de Lurigancho. En el 2007 se mudó a la casa de la calle José León Barandiarán, en La Planicie, La Molina, la que fuera incautada por el Estado a José Enrique Crousillat. Lo logró luego de que el gobernador de ese distrito, el aprista Ángel Vera Niño, reconociera como “posesionario” del inmueble a Garry Guanilo Dreyfus, quien a su vez se la entregó a Oropeza.
Su padre –aspirante a la alcaldía de San Juan de Lurigancho y precandidato al Congreso de la República– fue asesinado en enero del 2011. A su velorio y entierro asistieron reconocidos líderes del Apra, como el ex presidente Alan García Pérez y Mauricio Mulder. Muchos de sus amigos y familiares aseguran que este crimen marcó la vida de Gerald. Fue a partir de ese momento que comenzó a adquirir Porsches, Audis y a incrementar sus viajes al extranjero –sobre todo a Cancún–, a los que invitaba a sus amigos. En esta etapa también empezó a llevar una vida más desenfrenada y a organizar fiestas en la famosa casa de La Planicie, las que quedaron registradas en varios de los videos difundidos por los medios de comunicación.
AMISTADES PELIGROSAS
Tras el atentado al Porsche de Oropeza, se conocieron los millonarios negocios que el empresario –a través de Sergero S.A.C.– mantenía con instituciones del Estado como el Ministerio Público y la Contraloría General de la República. También se hicieron evidentes sus vínculos con el poder, pues su familia tuvo como abogado a Miguel Facundo Chinguel, el encarcelado ex presidente de la Comisión de Gracias Presidenciales del gobierno de Alan García quien, a su vez, adquirió acciones de las tres principales empresas de Américo Oropeza.
Según la Policía, Gerald Oropeza habría sido cómplice de Gerson Gálvez Calle, el temido ‘Caracol’, –cabecilla de la banda Barrio King– con quien habría incursionado en el delito de las extorsiones. Este lazo se habría roto con los años, pues ‘Caracol’ no habría visto con buenos ojos que el empresario siga operando en el Callao, el que considera su territorio.
Este hecho desató la guerra en el primer puerto que, entre otras cosas, cobró varias vidas, como la de Patrick Zapata Coletti, amigo de Oropeza. Esta situación fue una de las principales razones por las que el gobierno decidió decretar el estado de emergencia en la provincia constitucional.
La Dirección Antidrogas (Dirandro) ha señalado que Gerald Oropeza es el responsable del envío de toneladas de droga a Europa y México, las que camuflaban –‘preñaban’, como se dice en el mundo del narcotráfico– en embarcaciones que partían del Callao. Para esto habría contado con el apoyo de Ángelo Renzo Espinoza Brissolesi, ‘Rencito’, su mano derecha y responsable de brindar seguridad a los cargamentos.
Tendría nexos, además, con Roger Javier Poémape Chávez, quien formaría parte de la red de Rodolfo Orellana. Pero lo que más cobertura tuvo en este tiempo fue la serie de audios de conversaciones entre Oropeza y Salvatore Sazo, ‘Zaza’, cabecilla de la temible Camorra Napolitana, y con los negociantes de este. Gerald, el chico de San Hilarión, ha negado ser parte de una banda de narcotraficantes. Asegura que todo está en regla, que sus lujos se pueden explicar con las ganancias que dejaban sus empresas y otros negocios. Pero la justicia piensa distinto. Evalúa las evidencias de un caso sumamente complejo, que desnudó los vínculos del poder con la mafia.
Por: César Martínez (cmartinez@peru21.com)
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