César Martinez
A la 9:00 de la noche, una densa neblina se apodera de los cerros de Pachacútec como si se tratara de un inmenso manto blanco. Corre rápidamente por las calles y entra –sin permiso– por las microscópicas rendijas que dejan las paredes de madera, las puertas, las ventanas, o por los agujeros de los techos de plástico, de calamina o de madera. Las casas de fierro, ladrillo y cemento tampoco logran eludir a este indeseable invasor.
Pero la neblina no se conforma con esto. Se apodera de los muebles, corroe los objetos de metal, moja la ropa y humedece las colchas con las que se abrigan niños, ancianos y adultos. Y sigue su camino. Atraviesa la piel, se mete a los huesos, ingresa a los pulmones y se transforma en enfermedad: resfrío, influenza, pulmonía. La situación se pone peor en los días de llovizna que, en invierno, no son pocos.
Las viviendas (y chozas) de Pachacútec –un histórico asentamiento humano de Ventanilla que cuenta con alrededor de 150,000 habitantes– tienen el techo cubierto de moho, rasgo que distingue a los lugares con altos índices de humedad, la misma que, según el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), llega al 100% por estos meses de frío. Así, se vive una situación similar a la de Ciudad de Gosen, en Villa María del Triunfo, también conocida como ‘Ticlio Chico’. Lo mismo ocurre cerca de los Humedales de Ventanilla.
CERO VISIBILIDAD
La neblina se queda en Pachacútec hasta las 6:00 o 7:00 de la mañana. Cuentan algunos vecinos que tienen que caminar al colegio con sus hijos llevando linternas, para que no los atropellen los vehículos o para tratar de visibilizar el camino que siguen. Los vehículos también van con sus faros encendidos.
José Masías, especialista del Senamhi, confirmó que en puntos como Pachacútec y otras zonas cercanas al litoral de Lima y el Callao, el nivel de humedad alcanza el 100%, “sobre todo en las tardes y en las madrugadas”. Dos de las razones son la presencia de nubes bajas en esta estación y del Anticiclón del Pacífico Sur.
Advirtió que la temporada más fría es entre fines de julio y comienzos de agosto. Reiteró que la temperatura en la capital podría estar por debajo de los diez grados, en especial en los distritos ubicados al este. “Esto ocurre porque el mar actúa como regulador”, expresó el especialista.
Hay otros distritos –no solo un punto– que también podrían verse afectados con la presencia de densas capas de neblina, además de Ventanilla. Entre estos se encuentran Villa María del Triunfo, Villa El Salvador y Chorrillos. En estos últimos también hay alta probabilidad de llovizna y de vientos, provenientes del sur, lo que acentúa la sensación de frío.
SUEÑA CON PAREDES DE LADRILLOS
Sabino Radahelly Iman, de 50 años, tiene diez hijos y nueve viven con él. Todos duermen juntos para soportar el frío. Su casa es de madera; su techo, de calamina y plástico; sus conexiones eléctricas, expuestas; su piso, de tierra. Ocupa la manzana K, lote 24 del asentamiento humano Santa Rosa de Pachacútec.
Don Sabino sonríe pese a su dura realidad; sus pequeños hijos, también. Dice que se protege como puede del frío. “Hay que abrigarse más, nomás. ¿Qué nos queda?”, manifiesta. Tiene más de diez años en el lugar. Trabaja en construcción. Su esposa lo ayuda trabajando en lo que puede… cuando puede. La humedad ya es parte de su vida.
Su sueño: tener una casa mejor, con una pared de ladrillos y cemento que lo ayude a combatir la humedad, la arena, el frío, el viento y –quizá– hasta la indiferencia.
DESDE EL MIRADOR VE FILTRARSE LA NEBLINA
Desde el asentamiento humano El Mirador, Basilia Gonzales Rosas, de 42 años, mira cómo la espesa neblina invade Pachacútec. “Nada se puede hacer contra ella”, asegura con imborrable sonrisa. Ella tiene cinco hijos. Solo una vive con ella: una niña de diez años.
Cocina en un pequeño ambiente, sin techo, en el que ha instalado una parrilla de fierro colocada sobre unos ladrillos que forman un cuadrado. Su combustible es la leña o el carbón, tal como lo constatan sus viejas ollas, que están cubiertas exteriormente de hollín. “El gas se gasta muy rápido”, comenta. Pero más parece una excusa.
Asegura que, en el mejor de los casos, la ropa llega a secar en tres días. Está acostumbrada a la lluvia porque ha vivido 18 años en Cerro de Pasco, región en la que nació. Quizá, por eso, la llovizna no le llame mucho la atención.
Su esposo trabaja en construcción civil. Dice que su casa, de madera, soporta bien la estación. Más que el frío, a ella le preocupan los pandilleros.
UNA LUCHA DIARIA CONTRA LA HUMEDAD DEL PANTANO
Llegó hace 12 años al asentamiento humano Defensores de la Patria. En ese momento, las aguas del pantano –que forma parte de Los Humedales de Ventanilla– eran parte de su casa. Ahora, ya no. O al menos, no tanto. Porque cada cierto tiempo, el agua aflora y hay que echar relleno.
Visitación Landeo Aucapiña, de 52 años, es de Acobamba, Huancavelica. Tiene su casa de madera en la avenida La Playa. “Queríamos tener nuestra casita. Por eso vinimos por acá. Antes vivía en un cuarto que me había dado mi prima”, expresa.
El invierno cerca de los humedales es particularmente duro. A la neblina y el frío hay que sumarle el agua que emerge, sube por las paredes de madera de la casa de doña Visitación y las deteriora considerablemente.
Ella vende golosinas en un colegio que se encuentra cerca de su casa. Junta plata para criar a su hija y para reparar todo lo que la humedad y el tiempo se llevan.
LAS FILTRACIONES DE AGUA VIENEN DE ARRIBA Y ABAJO
Justina Tineo Mendivil, de 42 años, tiene una casa de material noble con un grueso techo de calamina. Pero ella no escapa de la filtración de agua ni de sus gatos, que la persiguen por todos lados.
La humedad está presente en sus paredes. Tiene una forma blanca, como el algodón, que emerge continuamente. “Es el salitre”, revela. Dice que cada cierto tiempo tiene que estar picando y reparando.
Las filtraciones están por arriba; también por abajo. La llovizna y las aguas subterráneas del pantano la amenazan, han deteriorado su vivienda, la que no está dispuesta a abandonar.
Ninguna autoridad la ha ayudado. Todo lo ha conseguido con su esfuerzo y el de su esposo. Doña Justina vive con su hija y con sus nietos. Uno de ellos, Adrián –de siete años– es el más inquieto y el que nos muestra, con bastante gracia y alegría, las grietas del techo.
La reja de su casa está oxidada. Quizá porque está exactamente frente a los humedales. Hay muchas casas que están igual.
TENGA EN CUENTA
- Diversas instituciones vienen recibiendo donaciones para los afectados de ‘Ticlio Chico’, Cusco, Tacna y Puno.
- Entre ellos se encuentra Panamericana TV, que recolecta ayuda en la Av. Arequipa 1110.
- También está ATV, con apoyo de la Municipalidad de Lima, que recibe donaciones en la cuadra 35 de la Av. Arequipa, en San Isidro, y en el Pasaje Santa Rosa, en el Cercado.
- Perú21 también recolecta ropa, víveres y frazadas para ‘Ticlio Chico’ en el Jr. Miró Quesada 247, Lima.
Fotos: Atoq Ramón
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