Hoy día uno no es nadie si no tiene un video sexual colgado en las redes.
Yo, por ejemplo, no sabía quién era Milett Figueroa hasta que no vi su video.
Bueno, reconozco que de vez en cuando oteaba su nombre y su figura en algún titular de diario chicha, pero por un elemental sentido de la moral y la decencia nunca leí esas noticias que siempre resultan humillantes para la dignidad y el honor de sus protagonistas: la verdad, no sé cómo se prestan a aparecer en la prensa sensacionalista y la telebasura. ¡Y después se quejan de que les vean haciendo el amor en Internet!
Y de nuevo vuelven a humillarse una vez más saliendo en la prensa sensacionalista y la telebasura… ¡ahora para defender su dignidad y su honor!
A ese respecto, yo tengo algo que anunciar: llevo en mi celular un par de videos sexuales (sólo se me reconoce a mí, no sean malpensados) más que disponibles para ser robados y difundidos por algún alma caritativa que me quiera hacer famoso en el mundo virtual.
Yo cada tarde suelo ir a tomar un café al Museo del Cacao de la limeña calle Berlín: mañana dejaré abandonado por un “olvido momentáneo” mi celular sobre la mesa. Quien desee hacerse con él y su contenido indecente e intolerablemente pornográfico, tenga a bien pasarse a las 6 p.m., llevarse mi celular y volcar sus videos en las redes sociales. Obviamente, le estaré infinitamente agradecido a mi ladrón.
Lo siguiente: la fama, el dinero, la vida fácil. Convocaré una rueda de prensa y concederé mil entrevistas para mostrar mi indignación y espanto por el asalto a mi privacidad. Lógicamente, no lograré tanta credibilidad como si fuese mujer… mejor dicho, como si fuese una modelo atractiva a la que aparentemente todo el mundo desea ver desnuda y practicando sexo en una grabación.
Supongo, pues, que no obtendré la aclamación popular de Milett. Parece que no mucha gente está dispuesta a ver un video íntimo mío, o de Stephen Hawking, o de Ana Jara o de la infanta Elena de Borbón… o de una chica (o chico) normal y real. Pero siempre hay esperanza de que un día acabemos con el machismo que sólo hace exitosos los videos sexuales de jovencitas guapas y sexys. Ya basta de tanta Milett, tanta Kim, tanta Paris. ¡Los demás también tenemos derecho a nuestros quince segundos de pornofama!
Al final, la que tiene mayor razón de todos es la madre de ella cuando dice: “El sexo no avergüenza, eso lo instituyó Dios y por el sexo estamos acá”, como declaró al boletín sociológico Magaly TeVe.
En efecto: el sexo no avergüenza.
Por eso no debería escandalizar ya a nadie.
Ni ser utilizado mediáticamente.
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