“Respeto a mi suegra, pero le gusta hacernos la vida imposible”, cuenta Ricardo (32). “Al casarnos, nos mudamos a la casa de mi esposa hasta ahorrar y comprar un departamento. Un buen plan hasta que la mamá de mi señora empezó a involucrarse en nuestra relación”, agrega.
“He vivido con mi suegro durante 10 años y, sinceramente, fue incómodo. Perdí privacidad”, afirma Berenice (40). “En mi caso, mi suegra nos ayudó a criar a nuestros hijos. Mi esposa y yo trabajábamos, así que le agradecemos mucho por lo que hizo”, dice Eduardo (47).
Las experiencias sobre la convivencia con los suegros son variadas. Lo cierto es que, en cualquier caso, hay que establecer parámetros, a fin de que la pareja reduzca al máximo la posibilidad de conflictos.
Muchos suegros se ven tentados a involucrarse en la crianza de los nietos o defender a sus hijos cuando hay peleas conyugales. Es natural si viven en un mismo espacio.
Por ello, es primordial la definición de límites basados en el respeto mutuo. No es fácil poner las cartas sobre la mesa –más cuando la casa es de los suegros–, pero hay que hacer el intento.
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