“Mi Facebook se ha convertido en un portal digital de fotos de bodas y bebés”, se queja Guillermo (31). “Todas las semanas, lo juro, hay algún amigo que se casa o una amiga que descubre que está embarazada o que ya dio a luz. Me siento viejo”, agrega.
“Hace un mes se casó mi mejor amiga. Yo, que toda la vida he dicho que jamás me casaré, sentí algo de envidia sana. Fue bonito escuchar a su familia decir palabras tan conmovedoras y dar consejos sobre cómo sobrellevar las dificultades del matrimonio. Me emocionó mucho, a tal punto que casi me peleo para agarrar el bouquet. Mi enamorado me miraba con preocupación”, bromea Helen (35).
“Casi todos mis amigos de promoción de la universidad tienen hijos”, dice Jean Pierre (34). “En las pocas veces que podemos juntarnos, me dicen que tener un hijo es lo máximo. Pese al estrés y las canas que te sacan, me cuentan que es una sensación indescriptible. La verdad es que quisiera vivir la experiencia que ellos tienen”, añade.
A LOS 30
La ‘base tres’ es una década que funciona como bisagra. Por un lado, se despiden los veinte, época donde uno se jaranea sin pensar en la resaca del día siguiente, come y cree que la hipertensión es un mal de viejos, gasta sin saber qué significan las siglas AFP.
Por otro lado, los 30 son años donde se empieza a “madurar”. Es la década donde uno toma tres cervezas y se sufre una resaca de dos días, se descubren los triglicéridos y las colonoscopías, piensa en hipotecas y seguros de vida. Es la antesala de los temidos 40.
Después de los 30, la mayoría de personas parece alinearse y tener objetivos comunes: casarse, tener hijos, pensar en el futuro. Sin embargo, Rachael Silberman, psicóloga de la clínica Javier Prado, considera que es importante formularse esta pregunta: ¿quiere casarse y tener hijos porque, sinceramente, quiere lo mismo que sus amigos o es por presión social?
Estas interrogantes planteadas son un buen punto de partida para despejar un poco la confusión. Si bien hay quienes experimentan rechazo al ver la foto de un bebé ajeno en Facebook, Silberman afirma que es normal sentir lo contrario y anhelar lo que el amigo “maduro” posee.
En muchos casos, es una manifestación de nuestra biología: estamos programados para reproducirnos y perpetuar la especie. Los designios evolutivos se manifiestan mediante neurotransmisores y nos hacen sentir, al ir a una boda o ver fotos de bebés, que también podemos sentar cabeza y buscar lo mismo.
Repitamos la pregunta: ¿de verdad usted desea todo ello o es la presión social?
DATOS
- Las convenciones sociales, en muchos casos, pueden ayudar a definir el rumbo de quienes se sienten perdidos siempre y cuando, ojo, no anulen los deseos y sueños personales.
- Si su pareja quiere tener hijos antes de los 40 y usted no, ello es un buen motivo para evaluar si la relación vale la pena.
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