Los tiempos han cambiado. Cuando Azai, hijo del director y cinematógrafo Mikki Willis, recibió dos regalos exactamente iguales para su cumpleaños, su padre lo acompañó a la tienda de juguetes y lo dejó elegir lo que él quisiera.
¿Se imaginan qué escogió? Una muñeca de Ariel, personaje de La Sirenita de la película de Disney. Lo que antiguamente habría sido el mal llamado ‘indicio de una conducta desviada’, hoy se refleja libertad de elegir. Así es como este padre enseña a sus hijos.
“¿Cómo crees que se siente un papá cuando su hijo quiere esto?”, preguntó Willis mirando a la cámara, al momento en que enseña el juguete de la muñeca (y su hijo, algo nervioso, mira también la cámara y responde con un grito: “¡Yeah!”).
Willis explica que debemos dejar que nuestros hijos escojan en su vida. En la descripción del video, entra en detalle sobre su experiencia, aclarando cómo decide criar a sus hijos y cómo responde a los que se oponen a sus creencias.
Los tiempos han cambiado. En la cadena de almacenes Target, en Estados Unidos, todas sus tiendas disminuyeron la cantidad de separaciones por género en productos infantiles porque “finalmente descubrieron que no tiene sentido hacerlo”.
[Target dejó de separar juguetes por género y algunos americanos enloquecieron]
Las niñas pueden jugar con carritos y los niños con muñecas. Porque ¿quién, de niño, no le dio una vuelta al coche de juguete de la hermana; o, siendo niña, no echó a andar el carrito de juguete del hermano?
Lo que ocurre con Mikki Willis no se trata de un caso aislado. En una columna del escritor peruano Santiago Roncaglolio para el diario El País, este titula “Princesas y futbolistas”, y parte diciendo: “A mi hijo de cuatro años le gustan las princesitas”.
Roncagliolo explica que siempre ha “defendido que los niños no se aferren a los clichés de género”. Sin embargo, asegura que teme que su hijo la pase mal por ser diferente, tal como él lo pasó cuando era niño.
Pero un día, concluye el escritor, conversando con su hijo —mientras este coloreaba un dibujo de Campanilla— se dio cuenta que a él le daba igual que sus compañeros lo molestaran. Repasamos textual el diálogo que sostuvo con su hijo:
–Oye, ¿no quieres dibujar también unos monstruos alienígenas sangrientos?
–No. Esto está bien. Se lo voy a regalar a mi amiga Aitana.
–Ya. Tienes más amigas que amigos, ¿no? ¿Por qué?
–Porque las niñas son más listas –dijo desde la sabiduría de sus cuatro años. Y tenía razón.
–¿Pero no te preocupa que los chicos te fastidien por andar siempre con chicas?
–Me da igual –dijo sin levantar la vista del dibujo.
–¿Y si te fastidian?
–Los fastidiaré yo también –explicó con despreocupación.
Fue entonces cuando Roncagliolo pensó: “Ojalá hubiera pensado yo así cuando tenía su edad”.
Los tiempos han cambiado.
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