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VRAEM: Cocaína sale en avionetas en narices de militares, según investigación [Video]

Un piloto acusado de narcotráfico afirmó que los comandantes militares locales cobran 10,000 dólares por vuelo para permitirles aterrizar y despegar.

Esta avioneta boliviana con más de 300 kilos de cocaína fue capturada por la Policía en junio de 2014. Difusión)
Esta avioneta boliviana con más de 300 kilos de cocaína fue capturada por la Policía en junio de 2014. Difusión)

Ocurre alrededor de cuatro veces por día, bajo las narices de los militares: pequeñas avionetas aterrizan en pistas de tierra en la principal zona productora de coca del mundo, entregan bolsas de dinero, cargan más de 300 kilos de cocaína y parten rumbo a Bolivia.

Alrededor de la mitad de las exportaciones de cocaína de Perú han salido del país hacia el este, a través de este “puente aéreo”, según la Policía Nacional, desde que Perú pasó a ser la principal productora mundial de la droga en el 2012.

El gobierno peruano no hace mucho por impedir ese flujo de drogas. Fiscales, policías antinarcóticos, exoficiales de las fuerzas armadas y agentes antidrogas de Estados Unidos activos y en retiro dicen que, si bien abunda la corrupción en Perú, la plaga de narcovuelos es posible por la desidia de los militares, ya que controlan la remota región selvática del valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro, conocida como VRAEM.

Wilson Barrantes, general retirado del ejército que denuncia desde hace tiempo la corrupción de los militares generada por el narcotráfico, dijo que darle a esas fuerzas el control del valle “es como poner a cuatro perros callejeros a cuidar a un plato de bistec”.

El viceministro de Defensa Iván Vega, que dirige las operaciones de contrainsurgencia en la región, expresó que no tiene conocimiento de ningún oficial militar bajo pesquisa.

“La corrupción existe, pero nosotros estamos siempre pendientes”, expresó. “Si sabemos de alguien, pues le vamos a caer con todo”, agregó.

Una investigación de The Associated Press, no obstante, comprobó que las “narcoavionetas” han sido cargadas con drogas en pistas, algunas a minutos por aire de bases militares, en el remoto valle, donde casi no hay caminos y del que salen unos dos tercios de la cocaína peruana.

Videos obtenidos por la AP muestran avionetas que aterrizan en pistas clandestinas en la selva.

Agentes de unidades antinarcóticos especiales de la policía captaron en video las escenas desde colinas cercanas, pero no pudieron intervenir porque no tenían suficiente apoyo, según dos agentes que suministraron los videos pero declinaron ser citados por temor a perder sus trabajos. La cocaína parte en avionetas Cessna 206, con cargamentos valuados en al menos 7,2 millones de dólares en el exterior.

Son operaciones que toman diez minutos, llevadas a cabo por lo general apenas sale el sol y rigurosamente planificadas: Una docena de “mochileros” se presentan en la pista cuando se acerca la avioneta. Hombres armados con fusiles custodian el lugar. Se baja el dinero, se carga la droga en la cabina, el motor vuelve a rugir y el avión parte otra vez.

Un piloto acusado de narcotráfico le dijo a la AP que los comandantes militares locales cobran US$10 mil por vuelo para permitirles aterrizar y despegar sin que nadie los moleste.

La preocupación por los narcovuelos impulsó al Congreso de la República a aprobar una ley en agosto que autoriza abrir fuego contra las avionetas. Pero hay quienes dicen que el gobierno no tiene voluntad política de combatir a los narcos porque desistió inexplicablemente de comprar e instalar radares modernos.

GUERRA CONTRA LA DROGA EN PERÚ: “DISTORSIONADA, INCOHERENTE, INERTE
Cuando el presidente Ollanta Humala llegó al poder en el 2011 dijo que la lucha contra el narcotráfico sería una de sus prioridades. Su gobierno ha destruido cantidades récord de hoja de coca, ha gastado en erradicación más de US$60 millones y es apoyado por Estados Unidos y por la Unión Europea. En un discurso de 28 de julio, cuatro años después de haber asumido, aseguró que el narcotráfico en el valle había sido contenido.

“Hoy puedo decirles que el narcotráfico ya no es un poder paralelo en el VRAEM, sostuvo Humala.

Sus detractores, sin embargo, afirman que lo único que se hizo fue permitir que la mayor parte de la producción de cocaína se traslade al valle, donde no hay campañas de erradicación y la vigilancia de las autoridades es escasa.

Humala también destaca más de 550 misiones para generar enormes agujeros en pistas clandestinas como si fuese un triunfo, pero el director de la policía general Vicente Romero ha dicho varias veces que los traficantes llenan en pocos días los cráteres que dejan las voladuras.

La procuradora antidrogas Sonia Medina dijo en una entrevista que el narcotráfico fue “de mal en peor” bajo Humala al corromper a políticos, al sistema legal, la policía y los militares.

“No hay una política coherente”, expresó. “¿Qué estamos haciendo con la lucha antidrogas? (Es) algo completamente distorsionado, incoherente, inerte”.

Los esfuerzos de Perú para combatir el narcotráfico palidecen comparados con los de Colombia, el segundo mayor exportador de cocaína.

  • Perú confiscó un promedio de 28 toneladas de cocaína o pasta de coca al año entre el 2011 y el 2014, comparado con las 170 toneladas que incautó Colombia o socios con base en la inteligencia colombiana. Para Perú eso representa menos del 10% de su producción potencial. Para Colombia es más de la mitad, según estimados de Estados Unidos.
  • Mientras que Colombia ha estado arrestando sistemáticamente a los principales narcotraficantes en la última década, y extraditando a muchos a Estados Unidos, donde reciben prolongadas sentencias, Perú no ha detenido ni enjuiciado a un solo capo del narcotráfico desde el 2005.
  • La policía antinarcóticos peruana opera con un presupuesto anual de 12 millones de dólares y no cuenta con aviones ni helicópteros. La colombiana, por su parte, dispone de 45 millones de dólares y de unos 50 aviones y 70 helicópteros, incluidos Blackhawks.

En Perú se formó una comisión legislativa especial para investigar la infiltración del narcotráfico en la política después de las elecciones regionales y municipales en octubre pasado, en las que Medina contó unos 700 candidatos que estaban siendo investigados o habían sido hallados culpables de colaborar con el narcotráfico. Su presidenta, la congresista Rosa Mavila, dijo que el gobierno de Perú corre peligro de caer en manos de los narcos.

“No es aún narco estado; está en riesgo de serlo”, afirmó Mavila en una entrevista.

UNA COIMA DE 10,000 DOLARES
En el valle de la cocaína rige un estado de emergencia desde hace nueve años por la continua presencia de rebeldes de Sendero Luminoso que trafican drogas, quienes han matado más de 30 policías y soldados durante la gestión de Humala.

La policía dice que Sendero es solo uno de los 15 grupos narcotraficantes que operan en el valle y ha sido reducido a 60 combatientes. Sin embargo, el gobierno afirma que si destruye cocales en el valle provocaría a una reacción armada.

“Sería muy estúpido de nuestra parte que vayamos a querer erradicar. Más bien lo que vamos a fomentar es la captación de personal para Sendero”, dijo Vega, el viceministro de Defensa.

Hay unos 6.000 soldados distribuidos a lo largo de más de 30 bases, supuestamente para combatir “el narcoterrorismo”. Por ley, las operaciones antinarcóticos son llevadas a cabo por menos de 1.000 policías en el valle. Pero los agentes antinarcóticos dependen de los militares para el transporte aéreo y muchos se quejan de tener que hacer misiones conjuntas con los soldados.

En documentos y testimonios obtenidos por la AP, la policía y los fiscales antidrogas cuestionaron la confiabilidad de los militares en la lucha contra el narcotráfico. Uno de ellos recuerda haber preguntado por las pistas clandestinas en 2013, en un encuentro con oficiales de las fuerzas armadas.

“Les explicamos que queríamos entrar a esas pistas”, rememora la fuente, que habló a condición de no ser identificada por temor a represalias. “Ellos sacaron sus mapas donde tenían conocimiento de que habían pistas por acá, pistas por allá. Pero nunca nos informaron de todo esto”.

Se sospecha también que se estaban filtrando datos de inteligencia a los traficantes.

Cuatro fiscales antidrogas denunciaron esas filtraciones en una carta escrita en mayo del 2014 a su jefe, de la cual la AP consiguió una copia.

Tres veces compartieron información con los militares acerca de cuándo y dónde aterrizarían los vuelos con drogas, señalaron. En todos los casos, los aviones jamás aparecieron. Una cuarta vez se guardaron la información y actuaron con apoyo de la policía.

Capturaron al piloto y el copiloto murió en un tiroteo. Se incautaron 357 kilos de cocaína y 5,500 dólares en efectivo. La operación de marzo del 2014 fue la única de los últimos dos años en la que se capturó al piloto, las drogas, el dinero y la avioneta.

En ese período, fueron “capturados” más de dos docenas de avionetas con drogas. La mayoría eran aeronaves que sufrieron desperfectos y tuvieron que hacer aterrizajes forzosos. En todos los casos, con excepción de cinco, los pilotos escaparon.

“Ningún avión viene sin medio millón de dólares por lo menos para pagar la droga, para pagar las pistas y para corromper a las autoridades”, comentó el piloto acusado de narcotráfico, que dijo que los oficiales cobraban 10,000 dólares por vuelo para no intervenir.

La AP no pudo confirmar la afirmación en forma independiente, aunque un investigador policial de Lima, que habló a condición de no ser identificado para no perder su trabajo, afirmó que la corrupción de los militares del valle es endémica.

“Es todo negociado invisible”, sostuvo el investigador independiente Jaime Antezana, quien dice tener información de primera mano de gente que tiene miedo de dar la cara en público.

“Incluso, en plena destrucción de pistas se cobran cupo”, agregó, usando un término local que significa coima.

Antes del auge de narcovuelos, los militares enviaban gente al valle como castigo por alguna transgresión, indicó Víctor Andrés García Belaúnde, legislador opositor y sobrino del finado presidente Fernando Belaúnde.

“Pero finalmente ha resultado ser rentable estar en el VRAEM y hoy en día hay oficiales que piden ir al VRAEM”, señaló.

PILOTO DE DEA: SE IGNORA INFORMACIÓN DE INTELIGENCIA
El uso de radares modernos combinado con la persecución por aire y la interceptación por tierra pueden reducir significativamente los narcovuelos sin necesidad de abatir avionetas, según han demostrado las experiencias de Colombia y Brasil.

La red de radares peruanos de la frontera quedó desatendida después de que un caza peruano abatió por error una avioneta y mató a una misionera estadounidense y su hija en el 2001, lo que puso fin a un programa para combatir el puente aéreo manejado por la CIA.

Patrick Hardwick, piloto de la agencia antidrogas de Estados Unidos, DEA, integraba el equipo estadounidense que salió de Perú después de esa debacle.

De vuelta a Lima seis años después, observó con desazón desde su King Air 350 que los narcovuelos eran una verdadera epidemia. Anotó los números de las avionetas durante misiones de inteligencia aunque con escaso resultado.

“Fue muy vergonzoso pasar la información y ver que mis superiores no hacían nada”, expresó Hardwick, quien se jubiló el año pasado.

El portavoz de la DEA en Washington Joseph Moses comentó que si la inteligencia que reunió Hardwick hubiera sido buena, sus supervisores la habrían compartido con la policía peruana.

“Obviamente queremos que se aproveche esta inteligencia y, dado que no somos la policía de estos países, la pasamos a nuestra contraparte en el país anfitrión”, manifestó.

El gobierno estadounidense dice que los esfuerzos de Perú por combatir el narcotráfico están mejorando. En un informe de mediados de septiembre, la Casa Blanca afirmó que Lima había demostrado “un liderazgo muy eficaz en la lucha contra el tráfico ilegal de drogas y el crimen trasnacional”.

Estados Unidos destina más de 50 millones de dólares al año a actividades antidrogas en Perú. Financia escuelas policiales, ayuda en la investigación del lavado de dinero, entrena unidades de la policía y las fuerzas armadas y apoya programas de erradicación y de cultivos alternativos.

Pero no realiza vuelos de vigilancia con frecuencia, como en Colombia. Y en el 2009 el Departamento de Estado dejó de prestar a la policía antinarcóticos de Perú su flota de 22 helicópteros UH-2H.

Ahora esos helicópteros, ubicados en la ciudad de Pucallpa, son usados solo en misiones de erradicación de cultivo de coca.

La embajada de Estados Unidos en Lima declinó una solicitud de entrevista de la AP. En respuesta a preguntas escritas dijo que no tiene los recursos “para apoyar operaciones de erradicación Y de intercepción” de drogas al mismo tiempo.

El principal comandante militar estadounidense para América Latina, general John Kelly de la Infantería de Marina, dijo a la AP en junio que las rutas del narcotráfico peruano no eran una prioridad porque la mayor parte de la cocaína peruana es exportada a Brasil, Argentina y Europa.

“La droga que va a Estados Unidos, en mi opinión, es la más importante para rastrear”, declaró.

La embajadora de la Unión Europea en Perú, Irene Horejs, dijo que para la UE es una prioridad ayudar a Lima en combatir el tráfico de drogas.

“Alimenta la corrupción”, expresó. “Hay dinero ilegal que va hacia la política y está desestabilizando el país”.

FONDOS PARA UN NUEVO RADAR ELIMINADOS DEL PRESUPUESTO
La capacidad de intercepción aérea de vuelos con drogas dependerá sobre todo de la instalación de radares. El Congreso todavía no aprobó esos fondos.

En noviembre, el entonces ministro de Defensa Pedro Cateriano anunció planes para adquirir cuatro modernos radares por 71 millones de dólares. Presionado por periodistas, su sucesor Jakke Valakivi confirmó que ese dinero había sido retirado del presupuesto de este año.

En vez de eso, el gobierno optó por reparar dos viejos radares TPS-70 fabricados en Estados Unidos y adquiridos en 1995.

El primer radar comenzó a funcionar en mayo. Ubicado en la ciudad de Puerto Maldonado, en el sudeste, cubre un radio de 400 kilómetros (250 millas), solo una fracción del espacio aéreo peruano.

Y eso es insuficiente, dijo el general de división retirado de la fuerza aérea César Torres, quien diseñó un escudo de defensa aérea de 11 radares para la extensa Amazonía peruana antes de jubilarse en 2013.

“Una forma de poder acorralar, hacer disminuir la capacidad tan rápida y eficaz que tiene el narcotráfico, es cubrir y asegurar el espacio aéreo”, dijo Torres. “El gobierno está demostrando que no le interesa”.


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