Las próximas elecciones presidenciales tendrán a cuatro candidatos casi fijos enfrentados en una campaña que –según Vergara– será depresiva para los peruanos. ¿Aparecerá un outsider? El especialista opina que en el Perú todo puede ocurrir.
¿Es anacrónico hablar de izquierda y derecha?
Para mí es una categoría analítica más que una agenda política. Es indudable que la dicotomía izquierda-derecha ha perdido potencia explicativa. Hace 30 o 40 años podías explicar las relaciones internacionales con estas categorías. Había un bloque capitalista, otro soviético. Evidentemente era una herramienta útil para entender esto, ¿pero hoy? Si Estados Unidos fuera la derecha, ¿qué sería la izquierda? ¿Siria? ¿Irán? ¿Rusia? Me parece que ha perdido capacidad explicativa. Luego, a nivel de los países me parece que hay algunos donde la competencia política se explica bien desde esa dicotomía. Uno podría decirlo de Brasil, Chile, Uruguay. Pero no sirve en otros contextos. En Argentina y Perú por ejemplo, si aterrizas con esa dicotomía, entiendes poco de cómo está articulada la política en esos países.
¿Qué entenderías por izquierda en el Perú?
Lo real es que en el Perú no hay mucha izquierda. Más allá de qué es la izquierda, lo que tenemos son una serie de agrupaciones pequeñas sin mayor respaldo que intentan hacer política desde la izquierda, pero con poco éxito. Más allá del triunfo de Susana Villarán que, como todos sabemos, tuvo mucho de azar y de fortuito, no hemos tenido una izquierda seria, fuerte, desde hace mucho tiempo. Lo que llamamos la izquierda es un conglomerado de personas. Ahora hay la emergencia de este partido Tierra y Libertad que parece estar activo, pero es una izquierda bien débil.
Bueno, pero también está Patria Roja que todavía tiene cierto poder en el interior del país, y a través del magisterio…
Sin duda, pero quiero decir que estamos hablando de importancias focalizadas, en espacios donde hay conflictos ambientales, o vinculados a la minería. Patria Roja está enfocado en el magisterio, pero no estamos hablando de plataformas que hayan sido en los últimos años capaces de competir con éxito en elecciones nacionales.
Para muchos en el Perú, la izquierda se define a partir de su oposición al modelo económico. ¿Estás de acuerdo con esa categorización?
La izquierda en el Perú vivió siempre predicando la unidad y practicando el sectarismo. Y hoy por primera vez, puede ser útil que lo prediquen y lo practiquen porque esa coalición que llamas izquierda tradicional –el CPUFI, aunque creo que le cambiaron el nombre (NdE: ahora se llama Únete)- es un conglomerado que es más de lo mismo y está inoculado contra el éxito. Tengo la impresión que estratégicamente tiene más sentido, aunque no me guste, una izquierda intransigente y anti-neoliberal que se compre los problemas medioambientales y vinculada a la población más pobre y rural del país –que no tiene ninguna representación en este momento. Me parece que esa es la apuesta de Tierra y Libertad y creo que tiene sentido electoral. Y esa sería una izquierda claramente anti-modelo neoliberal. Además, creo que la izquierda debe haber sacado la lección que moderarte no da muchos réditos. Humala se moderó enormemente y solo le han hecho la vida imposible; Susana Villarán concesionó, trabajó con la empresa privada, se comportó como la izquierda moderna vinculada al sector privado que durante tanto tiempo se había pedido, y la masacraron. Si yo fuera de izquierda pensaría, ¿qué gano moderándome?
Entonces, ¿cómo definirías a la izquierda en el Perú?
Creo que es una izquierda amargada por el pasado reciente, todavía incapaz de vender ningún horizonte, cargan con una frustración neoliberal. Y nadie ha ganado una elección desde la queja. Tendrían que ser capaces de vender un discurso de futuro que todavía no han construido, pero que deberían construirlo porque hay espacio para eso.
¿Qué cambios te gustarían ver en la izquierda?
Quisiera ver jóvenes más peleadores, con menos complejos frente a la generación anterior, que no consiguió mucho. Y, sin embargo, le tienen una lealtad y admiración que me parece fuera de lugar. Una izquierda más rebelde frente a su propia tradición, capaz de cortar con los fantasmas de Izquierda Unida, que le de igual lo que ocurrió en Huampaní en 1989. Es más, que lo ignore.
¿Cómo la de qué país? ¿Bajo qué modelo?
En términos ideológicos, me da igual. Siempre va a haber izquierda recalcitrante y siempre una moderada, más importante me parece romper con ese fardo que implica Izquierda Unida. Que haya rebeldía con vida, con alegría, es lo que no veo. Veo un discurso bien quejoso, como si en el país todo estuviera mal, incapaces de comprender que la gente no lo ve así. No sé cómo qué país, pero me genera entusiasmo que sea algo, quizás no ideológicamente, pero que muestre rebeldía, ganas de joder, como los estudiantes en Chile o ciertas clases medias en Brasil. No creo que vaya a surgir nuevamente una izquierda a la antigua con todas esas variedades ideológicas que había antes, pero es un país que reclama un sacudón. Tal vez el cambio fundamental no sea ideológico, sino generacional.
Si la izquierda es amargada, ¿cómo es la derecha?
Una que está amargándose. Luego de doce años de optimismo, ingenuo, cuando daban por indicador de desarrollo el número de celulares vendidos en el año, cuando creían que estábamos yendo por un tubo a ser país desarrollado, de pronto se han dado cuenta que no es así y que la cosa era bastante más compleja. No bastaba con crecer económicamente –como creyeron por mucho tiempo- y ahora estamos en la complicación de recuperar tiempo perdido.
¿Y quiénes componen esa derecha?
Yo diría que en el Perú hay dos derechas, y pienso en términos de derechas reales, no la conversación en los periódicos vinculada a analistas, comentaristas lo mismo para la izquierda. Por un lado, está el APRA y el fujimorismo que cumplen un papel legislativo y mediático que se especializa en lo intrascendente. Son como los participantes del Esto es Guerra de la política nacional. Están ahí en el día a día de cosas banales, aunque generan una sensación de que la cosa está pésima en el país. Por el otro lado, hay una derecha tecnocrática que se encarga en silencio de las cosas serias del país. En gran parte, gracias al manejo de esa derecha (NdE: tecnocrática) el país pasa por un momento económico, no estamos arruinados, que finalmente es una buena situación frente al contexto internacional de enfriamiento de la economía.
¿Quién representa esa derecha tecnocrática?
Fundamentalmente el MEF, el gran poder en el Perú de los últimos quince años. Desde que desapareció el ministerio de la Presidencia, el MEF se convirtió en el gran mandamás de la política peruana con un elenco estable que hace que el país funcione sin importar quién es elegido presidente. Ese ha sido el patrón de los últimos años. Pero para volver al tema de las dos derechas, creo que la desvinculación entre éstas llegó a su límite. Hay un momento en el cual dejarle a los políticos el ripio de la discusión y nosotros los tecnócratas, a puerta cerrada, ocuparnos de lo que importa, alcanzó su techo. El país no da más para ante esa desvinculación entre la representación y la eficiencia. Nada se legitima desde esa separación del mundo tecnocrático y político. Eso es algo que habrá que revaluar, pensar. Ahora hay también una derecha más empresarial influyente, de la cual me llama la atención en un país donde ha habido Velasco, Sendero, Fujimori, las votaciones enormes y consecutivas de Humala, me sorprende que esa derecha siga mostrando abiertamente su indolencia, su desconexión, y desinterés por el país no limeño. Es una derecha bien particular, de las más conservadoras en América latina, cuyo horizonte de país podría resumirse en “menos trámites y más balas”. Esa es su divisa. Es una derecha fuerte que puede sin problemas decir cosas como “hasta mi empleada lo entiende”, o ese tipo de transparente desdén por el país.
¿Qué cambios te gustaría ver en la derecha? Al igual que con la izquierda, suena utópico, pero al margen de ello…
Lo que me gustaría es algo que ya ocurrió y se desperdició, que fue la oportunidad perdida de Toledo. Fue un momento breve de enganche entre la derecha liberal y el Perú popular. Para ponerlo en números, el candidato apoyado por Vargas Llosa la derecha liberal, no la conservadora, ganó en 23 de los 25 departamentos en la primera vuelta del 2001. Era un momento en donde –creo- hubo una posibilidad (no hablando de Toledo como individuo sino como suma de características) de construir algo medianamente centrista, institucionalista, que sin renunciar al mercado tuviera preocupaciones políticamente liberales también. Si me dices, ¿qué quisiera? Bueno, que por algún proceso raro, surgiera una coyuntura en la cual se alinearan los astros y esa combinación de derecha liberal institucionalista con raíz popular pudiera echar a andar. Pero creo que hoy es bien difícil. Pero sí, una derecha más conciente de ciertos problemas de fondo en el país, de lo que generalmente se dan cuenta.
Hay un espacio de liberales, que no están ni con la derecha o izquierda, que han penetrado ciertas instituciones públicas, que han fundado institutos de investigación, están en algunos medios, pero no tienen presencia política. ¿Encuentras ese espacio?¿Es relevante?
Pero, de nuevo, estamos hablando de capas muy superficiales, de individuos sin conexión con la sociedad. Este es un país en el cual la distancia entre el mundo del régimen político de las reglas, actores, partidos tiene cada vez menos contacto con la sociedad. Creo que cuando hablamos de derecha, izquierda, tengo la sensación de que estamos refiriéndonos a cincuenta y tantas personas que viven en tres distritos, y creo que el problema de fondo es ese abismo que va anchándose entre el mundo del régimen político y la sociedad. Nuestros partidos políticos “fuertes” son el APRA con cuatro congresistas, el fujimorismo con tres gobiernos regionales de 25…
El estudio “Coaliciones de independientes”, de Mauricio Zavaleta, lo describe muy bien…
Exacto. Estos grupos que se organizan el día anterior para ganar la elección y al día siguiente ya no tienen nada que ver unos con otros. Hay un problema de desintegración. No se agrega casi nada en el Perú.
En resumen: el principal factor político en el Perú no es el ideológico, sino el oportunismo, y la principal ideología no es ni izquierda ni derecha ni liberal, sino pragmática.
Si te refieres a quienes participan de elecciones, desde luego. Nuestra clase política está constituida por variedades de mediocridad. Todos dispuestos a irse unos con otros. Haces campaña contra el shock y haces el shock, dices que no vas a firmar tratados de libre comercio y los firmas, dices no a la minería y luego te vuelves pro-minero. Permanentemente vemos este ejercicio de oportunismo descarado, ni siquiera se disfraza en términos ideológicos. A mí me parece bien difícil entender la competencia peruana en términos ideológicos. Es decir, los político y ciudadanos no responden fundamentalmente –con excepciones de partidos que tiene dosis ideológicas más fuertes como el PPC- por este factor. Cuando ves electores que se van de Humala a Keiko o, como ocurrió en la elección municipal anterior, de Kouri a Susana Villarán, no puedes explicar esos cambios desde la ideología o adscripciones partidarias. Es evidente que la gente cambia y elige por otras razones.
Estamos a pocos meses –si ya no dentro- de una campaña electoral, ¿qué te gustaría ver en torno al debate?
En este momento necesitamos tocar tres temas fundamentales y conseguir compromisos políticos amplios sobre ellos. Uno es que necesitamos ver cómo relanzamos la economía nacional. Es absolutamente prioritario. El país no puede pasarse muchos años creciendo a 2.5%. Es una receta para el fracaso porque, primero, el Estado necesita conseguir el dinero para seguir implementando estos programas sociales que ha venido expandiendo, y, segundo, la gente necesita la esperanza de que a ella también le llegará la prosperidad. En los últimos años, la calma que ha habido en el país proviene del crecimiento económico; en algún sentido, la hemos comprado. Lo segundo es la seguridad. No podemos seguir teniendo gobiernos en los cuales se tiene siete, ocho ministros del Interior, y tampoco se puede ceder al populismo barato de creer que puedes resolver el problema de seguridad con poses de pistolero, dándole pistolas, bazucas o granadas a los serenezagos; requiere de una reforma a fondo en el Ministerio del Interior y en el Poder Judicial. Sin eso, no vamos a ningún sitio. No puede ser que Pérez Guadalupe sea el sétimo ministro del Interior en cuatro años. Es una irresponsabilidad que no es solo de este gobierno, es de todos. La tercera que me gustaría ver es el tema educación. Me gustaría que alguien trajera una mirada que trascienda el indicador tecnocrático de comprensión lectora y matemática. Está muy bien eso y creo que el Ministro de Educación está haciendo un gran trabajo, pero sí me gustaría ver una preocupación por la escuela como una fábrica de República. Constantino Carvallo decía que la escuela era el útero social. Hay que pensar en qué estamos formando en la escuela, más allá que se mejoren ciertos indicadores.
Debo entender que la precariedad institucional, y la necesidad de mejoras institucionales, son trasversales a esos ejes…
Claro, es que el tema institucional es transversal. Las instituciones no son débiles como conjunto sino de manera segmentada. En algunos casos, son débiles porque el diseño está mal hecho, en otros porque la institución no es legítima, en otros porque no hay capacidad de hacerla valer. Generalmente las instituciones en el Perú son débiles por lo último. Pero son débiles, no es que se estén debilitando día a día. El otro día leía un artículo de Roberto Abusada, y en el título decía que las instituciones siguen decayendo y precarizándose. Yo creo que hay un error ahí. En general, las instituciones o están igual o han mejorado. Las carreteras, las escuelas, hospitales que hay hoy en el Perú son muestras de un Estado más sólido. O la fortaleza del BCR, del MEF, de la Constitución del 93. Está preso Fujimori, ahora Aurelio Pastor. Lo que quiero decir es que nuestras instituciones no siguen decayendo. Lo que ha pasado es que el crecimiento económico le ha metido unos esteroides a la sociedad que esta institucionalidad, por más que sea un poco mejor que hace unos años, ya no puede controlar. Es decir, es la razón por la cual viene un ladrón, te roba en un Audi del año y el policía lo persigue en un Toyota del 97. Seguramente en ese sitio antes no había patrullero y ahora hay uno del 97. Estamos mejor, pero del lado de la sociedad, el crecimiento económico ha fortalecido a todo el mundo y nuestras instituciones se han fortalecido de manera más lenta. Creo que es importante porque algo que suelo ver es que se quiere asociar la supuesta debilidad institucional o la supuesta precarización de la democracia o la desaceleración económica a Humala…
Pero la crítica hacia las instituciones no es un tema de Humala… en verdad, no hizo nada Toledo, ni García, y claro, tampoco Humala…
En el país ha faltado un espíritu inconforme. Ha habido una satisfacción facilista en los últimos años. Y cuando decías estas cosas hace unos seis o siete años, cuando hablabas de instituciones, de estado de derecho o que habían una serie de cosas que no funcionaban, te decían caviar. Y, en realidad, cuando dices instituciones, inmediatamente te responden que hay que hacer menos. La reforma institucional que piensa la derecha peruana es menos trámites para las inversiones, menos regulaciones en el mercado…
*…pero eso no es instituciones. Tú puedes tener más o menos regulaciones, pero la institución puede funcionar bien… *
Claro.
Pasando a las candidaturas. ¿Cómo definirías a Keiko Fujimori, que va primera en las encuestas, ideológicamente?
Creo que es un conservadurismo popular, tradicional, centrado en el orden, pero con arraigo popular. El tema doctrinario, ideológico, en nuestros líderes es marginal. Es la imagen que transmite.
¿Y a Alan García cómo lo definirías?
García va a bailar la música que le pongan y la que haga falta. García el 2004 marchaba con la CGTP contra el modelo neoliberal, luego un año después formó un frente social, luego se convirtió en el Presidente más conservador de América Latina y hoy ya está diciendo que él mucho no tuvo que ver en lo del Perro del Hortelano, que le pusieron el título al artículo. Y no me sorprendería que de pronto lo veamos rescatar una serie de discursos que creíamos olvidados y comience a hablar de redistribución, programas sociales. García es, por definición, un animal político que no va a tener ningún problema en sacrificar ideologías o principios para volver al poder.
¿Y PPK?
PPK tiene una gran suerte, que es esta necesidad del electorado de que haya algo distinto. Y en este momento, esa suerte la puede usar para jugar a ser el mal menor de la temporada. Eso lo puede conseguir, es decir, pasar a una segunda vuelta, no digo que vaya a ganar. Pero, creo que tiene que ponerse serio. Si cree que, como en la campaña pasada, va a poder surgir porque una señora le agarra los testículos, está equivocado. Ya está en edad además de ponerse seriecito. Pero lo más curioso de todo es que la conversación electoral que tenemos en el Perú, esté restringida a los perdedores del 2011. Es decir, estos tres candidatos que mencionas conformaron la coalición que perdió contra Humala en segunda vuelta el 2011. Los tres apoyaron a Keiko. Entonces, es curioso que no haya nada que represente a ese 52% que eligió a Humala. Eso te hace ver que hay un espacio enorme para alguien más.
¿Sientes que hay posibilidad del surgimiento de un outsider? ¿o cada vez es más lejana esa posibilidad?
En el Perú, siempre es muy probable que lo improbable ocurra. Pero más allá de ello, siempre hay espacio para que surja algo extraño. La demanda electoral muchas veces ha tenido que inventar su propia oferta ante la carencia de opciones. Creo que el malestar que hay en la población con todos estos políticos es de tal nivel, que la atmósfera siempre es propicia para eso. Yo creo que vamos hacia una elección bien triste. Vamos hacia una elección depresiva. En un momento de incertidumbre colectiva, con la economía en desaceleración, con la política degradada, con un país desmoralizado, en este contexto una elección que tiene como principales candidatos a Keiko, Alan, Toledo, PPK, que son los que te trajeron aquí, es una situación depresiva. Necesitarías algo que sea un sacudón animado, esperanzado. Exagerando un poco yo tengo la impresión que si uno de ellos gana, este cambio presidencial se va a parecer más a un cambio de primer ministro que a un cambio fundamental en la dirección del país. No va a ser un sacudón de optimismo. Creo que vamos hacia una elección bien triste.
¿Qué opinas de la actual coyuntura? ¿Cómo ves el panorama político?
Leo en la prensa cosas como “que el gobierno nos garantice que vamos a llegar al 28 de julio”, otros dicen que “hay un golpe de estado en camino”. Serenémonos. No hay nadie que haya hecho un autogolpe con 16% de popularidad.
Hay dos versiones, que el APRA y el fujimorismo promueven una vacancia, y que en palacio se prepara el Ollantazo…
Es ilógico y ridículo. ¿Cómo podría urdir algo tan complejo como un golpe de estado alguien que tiene pánico de dar un mensaje a la nación? Realmente no pueden ser tan irresponsables. En lugar de pedir vacancia que se tomen unas vacaciones. Es sorprendente el nivel de crispación que uno siente en el Perú y todo sin que absolutamente nada fundamental esté en discusión. Nada. Hace falta que la esfera pública se serene, porque cuando piensas cuáles son los temas que dividen tan agriamente a los políticos son menudencias o claramente, la defensa de ciertas candidaturas. Parafraseando algo que oí en otro contexto: el Perú está peor de lo que queremos, pero mucho mejor que lo que pensamos.
Por: Juan José Garrido (director@peru21.com)
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