Roberto Lerner,Espacio de crianza
http://blogs.educared.org/espaciodecrianza/
El mundo es un lugar para videntes y para oyentes. Pero en el inicio las cosas no son así. Equilibrio, sabor y olor son el lenguaje que une al recién nacido con el entorno. Más adelante, a partir de los seis meses, la visión organiza una experiencia que antes era más fraccionada y menos ordenada. Pero, durante un tiempo largo, los pequeños ‘aprenden’ el mundo chupándolo, oliéndolo y tocándolo.
Una interesante investigación demuestra la importancia del tacto como canal de información para aprender. La pregunta planteada por los científicos era si bebés de 7 a 9 meses de edad podrían distinguir entre materiales de forma y textura diferente usando como única fuente de información el tacto.
Para responderla, se diseñó un experimento. Se les dejaba jugar durante treinta segundos con unos dados de textura rugosa sin que los pudieran ver ni acercárselos a la boca. Luego de esto se les permitió jugar con dos materiales nuevos: unos cubos lisos y unas pelotitas lisas, además del que ya conocían, y se midió el tiempo que pasaban manipulándolos. ¿Por qué?
Los pequeños juegan durante lapsos más largos con objetos desconocidos, y si el sentido del tacto es un canal de aprendizaje efectivo, los bebés pasarían más tiempo jugando con las bolas lisas, que diferían en textura y forma del material original, que con los dados lisos, que diferían solo en textura, y un tiempo más breve con lo ya conocido. Es lo que pasó.
Las mamás ansiosas deben controlarse. No hay nada que no se pueda lavar con un buen jabón. Cuando los pequeños Jaimito o Rosita tocan y manipulan, no se están ensuciando, están aprendiendo.
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