22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

La ausencia de una –hasta comprensible– política revanchista del recientemente fallecido Nelson Mandela contra sus opresores blancos tras la caída del apartheid sudafricano no solo le muestra como un hombre extraordinariamente bueno sino, además, impresionantemente inteligente, pues pudo obrar como el 99% de los gobernantes africanos que llegaron al poder después de desplazar a la dominante élite de origen europeo –es decir, despojarles, hostigarles y expulsarles, al mismo tiempo de perpetuarse demagógicamente en el poder hasta su decadencia física–, con la autoridad de un patriarca tiránico (Mandela fue tan cuidadoso en preservar la herencia europea que lo máximo que cambió fue la bandera, preservando incluso el nombre de Sudáfrica y de las ciudades en lugar de variarlas por denominaciones africanas).

Aldo Mariátegui,Ensayos impopulares
Una política así habría significado la ruina económica de Sudáfrica al perder a su activo humano más cualificado, tal como ha sucedido trágicamente en Zimbawe, Kenia, Angola, Argelia (salvando las distancias, algo así sucedió en Perú con la burocracia colonial española; en cambio, en Chile les conservaron en sus puestos administrativos y tuvieron un Estado funcional desde el saque) y mil ejemplos africanos similares, con la entronización consiguiente de dictaduras corruptas de chauvinistas partidos únicos y tribalistas, como Mugabe y el Zanu, Kaunda y el Unio, Kenyatta y el Kanu, Neto Dos Santos y el MPLA, Ben Bella/Boumedienne y el FLN, etc. Mandela buscó la reconciliación antes que la justicia y no se quedó mirando el espejo retrovisor al hacer política, algo que nuestros rojicaviares de la CVR, que ahora le halagan, no entendieron. Si alguien juntó la Realpolitik con la Moralpolitik fue él. Admirable.


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