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"Solo con el humor se puede decir algo inteligente"

Volvió al Perú para presentar Óscar y las mujeres, una novela sobre un guionista de culebrones, oficio que él también desempeñó y que fue su escuela literaria.

Foto: Jaime Cabrera.
Foto: Jaime Cabrera.

Santiago Roncagliolo,Escritor
Autor: Jaime Cabrera
jcabrera@peru21.com / Blog Lee Por Gusto

Es su novela más humorística, pero dice que escribirla ha sido cosa seria. Quince años le tomó a Santiago Roncagliolo terminar Óscar y las mujeres (Alfaguara), cuyo protagonista es un excéntrico guionista de telenovelas que enfrenta a trompicones la realidad luego de que su novia lo abandona y se da cuenta de que el único libreto que no puede manipular a su antojo es el de su vida.

En el inicio de la novela hay tres epígrafes, uno de ellos de Woody Allen, que dice: la vida imita a la televisión barata…
Y tiene toda la razón. Es que Dios es un pésimo guionista y los escritores tratamos de enmendarle la plana. Vemos que la realidad está mal hecha y tenemos la misión de intentar arreglarla.

Si bien en tus obras está presente el humor, esta vez llevas lo hilarante a un punto máximo. ¿Por qué esta apuesta?
Para mí el humor es la única manera de decir algo inteligente sobre lo que ocurre, pues te permite ver las paradojas y el absurdo de las cosas. Pero veo que los intelectuales siempre han sentido vergüenza del humor, lo cual es un error. Por eso escribí Óscar y las mujeres, ¡a ver si alguien se da cuenta de una maldita vez de que soy un escritor de humor! (lanza una carcajada).

Cuando publicaste tu novela Pudor dijiste, precisamente, “quiero que sea una novela cercana, no para intelectuales”
Sigo pensando lo mismo de todas mis novelas.

¿Y no te ofende que digan que haces ‘literatura light’?
Ehh…no. Yo creo que hablo de temas muy importantes, muy profundos y serios. Incluso Óscar y las mujeres, que es una comedia, habla sobre el amor, la masculinidad, sobre la narrativa y la ficción… pero siempre quiero que mis novelas sean divertidas, tengan suspenso o algo que te hagan leerlas.

Y será por eso que te critican que estas historias sean vendedoras…
Hay gente que dice que soy comercial, me parece que es el mejor insulto que me pueden hacer (ríe). Pero no soy tan comercial porque me arriesgo mucho, lo que es comercial es hacer siempre la misma novela porque entonces todos saben qué producto van a comprar, eso es comercial. Yo cambio mucho y corro muchos riesgos, pero siempre siento que deben ser libros entretenidos.

¿El que tu obra tenga referencias cinematográficas revela que eres un cineasta frustrado o un escritor interesado en contar historias muy visuales?
Un cineasta frustrado (ríe). Yo escribo las historias que me gustaría ver. Lo que pasa también es que tengo amigos que hacen cine y ellos se pasan buscando dinero como tres años para una película, y en ese lapso yo escribo tres libros.

Escribiste algunos guiones de telenovelas como Amor serrano y Girasoles para Lucía. ¿Qué aprendizaje obtuviste allí?
Mucho. Las telenovelas son una buena escuela para escribir, pues necesitas 40 páginas para mañana y no hay excusas de bloqueo creativo. Pero sobre todo, escribir guiones de telenovelas te enseña a escribir diálogos.

¿Qué tan difícil fue quitarse la etiqueta de ganador del Premio Alfaguara con Abril rojo?
Ha costado mucho, pero lo he conseguido. Abril rojo fue muy importante y me acercó a lectores de todo el mundo, pero todos los éxitos tienen una trampa, que es si vas a ser esclavo de ellos.

La Cuarta Espada tuvo muy buena recepción en el extranjero, pero te granjeó muchas críticas en el Perú. Una de ellas se refería a que en el libro ‘humanizas’ a Abimael Guzmán
Sí, claro. Yo tengo personajes y son humanos. Es curioso que la misma crítica la hicieran los más radicales de Sendero Luminoso. Ellos decían que no había que hablar de personajes, sino de las causas de la violencia, y yo necesito personajes para contar historias, si no tengo personajes no tengo una historia. Eso es lo que interesaba en el libro porque si Guzmán fue un psicópata es muy importante contar cómo era ese personaje.

Contabas que ahora estás trabajando en una novela política que transcurrirá en el Perú…
Sí, pero no quiero hablar mucho de esta novela que va a costar mucho trabajo. Lo que estoy planeando es un regreso al Perú y a la política peruana.

¿Y cómo explicas este afán de no repetir y hacer algo distinto en cada libro?
Esto, que parece la búsqueda de un estilo, es en realidad mi estilo y eso se lo debo a Luis Jaime Cisneros, quien me lo hizo notar cuando le mostré mi primer libro de cuentos.

¿A qué aspiras como escritor?
Quiero contar historias, que es una preocupación del siglo XIX en realidad. En el siglo XX se hicieron grandes novelas, pero en un sentido creo que la literatura está volviendo a ser lo que era en el siglo XIX, que es contar historias. Así de simple, pero a la vez muy bonito.

AUTOFICHA

- Nací en Lima, en 1975, y mi padre es Rafael Roncagliolo, actual canciller del Perú. Siempre digo que él más famoso que yo y que ahora yo solo soy hijo de él (ríe).

- La primera novela que leí fue Tiburón, aquella que inspirara la película. Tenía ocho años y me decían que debía dejar de leer cosas para niños.

- Vivo en España desde el 2000. Me fui a estudiar cine y con el objetivo de dedicarme a escribir. Desde allí no he parado de hacer libros y es que no sé hacer otra cosa.


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