22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

“El verano es soltería; una flaca, ni hablar. Hasta la fiesta de prom puede ser”, es un resumen de lo que vengo escuchando de parte de chicos y chicas: hay épocas del año en las que estar emparejado tiene ventajas. Como que ayuda a funcionar dentro de horarios más rígidos, obligaciones más pautadas, menos salidas. Pero la libertad estival, parece, debe incluir la falta de compromiso amoroso.

Los populares la van a pasar bien. Pueden anticipar un alto número de miniaventuras que los confirman como manyados. En el otro extremo, las cosas pueden ser complicadas. Para hacerse notar hay que recurrir a acciones radicales. Pero ser segunda o tercera opción no hace bien a la autoestima de nadie.

Está, igualmente, el refugio en algún anuncio dramático que incluye como destinatarios también, aunque no únicamente, a los padres: “Soy bisexual” —está muy, pero muy de moda—, lo que genera un frente que tiene ocupado a todo el mundo, con restricciones, apoyos, confrontaciones, que, de paso, explican la razón, ante el mundo y uno mismo, de la falta de actividad romántica. Al menos durante el desenfrenado verano.

Los avatares de la vida sentimental no tienen que ver solamente con el sol. He escuchado, también, tomar decisiones al respecto sobre la base de programas de intercambio —“6 meses de amor de lejos, no la hago”— o del esfuerzo requerido para enfrentar exámenes de ingreso a la universidad —“estar con flaco quita mucho tiempo”—, por mencionar algunas consideraciones.

Bueno, no nos quejemos. Un pragmatismo acorde con los tiempos. Una evaluación de costo/beneficio propia de emprendedores. Un manejo de imagen muy marketero.


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