Santiago Pedraglio,Opina.21
spedraglio@peru21.com
El debate sobre modelos es de primera importancia, aunque inevitablemente extenso y, tal vez, infructuoso. Se podría discutir, por ejemplo, sobre el sui géneris modelo chino de capitalismo de Estado que, con una férrea conducción del Partido Comunista, ha tenido un crecimiento sobresaliente en los últimos 30 años y ha servido de locomotora a buena parte de la economía del mundo, incluso a la peruana. ¿Nos debe servir de modelo tan refulgente modelo –valga la redundancia–, dados sus espectaculares resultados?
Por lo demás, las diferencias entre el modelo peruano y el brasileño no son radicales; tienen que ver con el énfasis en la relación Estado-mercado y con la importancia que se le otorga a la creación de valor agregado. El debate no sirve, en este caso, para justificar que el Perú evite efectivizar la anunciada “alianza estratégica” con este vecino, sexta economía del mundo –muy cerca de Francia, en quinto lugar–.
Sería ingenuo presentar los intereses brasileños enfundados en una aureola de santidad. Aun así, no cabe la construcción de un discurso que pretenda justificar que el Perú juegue todos los dados a la Alianza del Pacífico sin elaborar una agenda proactiva y múltiple con Brasil y con otros países emergentes.
Es absurdo poner como eje definitorio de las opciones de política de Estado qué países nos gustan más. La clave es cómo el Perú construye un proyecto de ascendencia internacional plural, que sepa estar en la Alianza del Pacífico y mantenga una excelente relación con Brasil, como la tiene hoy con Estados Unidos y China. Colombia y Chile, socios activos de la Alianza del Pacífico, miran a Brasil como un socio estratégico insustituible. Y es que no tiene sentido condicionarse a los juegos geopolíticos de las viejas y las nuevas potencias.
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