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Opinión

Nunca fui amiga de Luis Solari, pero lo conocí cuando llegué como ‘cachimba’ a la Facultad de Derecho de la Católica, en 1959.

Carmen González,Opina.21
c.gonzalez@infonegocios.net.pe

Él ya estaba por terminar. Andaba con Martha, su entrañable compañera. Años más tarde, a través de los medios, pude darme cuenta de cómo amaba al Perú y de su patriotismo cuando lo entrevistaban sobre el tema Perú-Chile. La última vez que lo vi fue en TV Perú. Eran días en que se presentaba Perú en La Haya. Conversamos. Lo que más me impactó fue su forma de expresarse, la pasión lúcida que sentía por esta patria, a diferencia de tantos políticos que solo ven al país como un botín. No hablaba, verbalizaba. Ponía el alma entera en cada palabra. Lucho fue promotor de la demanda marítima ante La Haya y participó en la formulación del sustento jurídico que permitió al Perú presentar la demanda contra Chile.

Su gran amigo, Lucho Sierralta Zapata, me dijo ayer: “Era un patriota. Una de sus principales virtudes era no tener pelos en la lengua. Defendía los principios sobre sus intereses y eso podía despertar resquemores en los que ponen sus intereses por encima. Amaba la vida y, aún enfermo, su preocupación era el Perú. No tenía precio, a diferencia de tantos antipatriotas. Los hombres como Lucho nunca mueren”.


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