Un sonado escándalo en el que se mezclaron intereses comerciales y “pecados de amor” obligó a Raúl Diez Canseco –hace más de nueve años– no solo a renunciar a la primera vicepresidencia de la República, sino a poner fin a un matrimonio de más de 30 años. Esta semana, el sexagenario empresario, quien durante todos estos años mantuvo un perfil político relativamente bajo, decidió retornar a las lides políticas acusando al Apra de haber conspirado para vacar a Alejandro Toledo de la Presidencia y ponerlo a él en su lugar.
Diez Canseco no ha dado nombres de los militantes que, según él, le ofrecieron colocarlo en el sillón presidencial. Tampoco ha explicado en qué circunstancias los apristas, que impulsaron su salida de la vicepresidencia en enero de 2004, le propusieron, un año y cuatro meses después, ser el inquilino de la Casa de Pizarro. En lugar de eso, Diez Canseco ha optado por la política del avestruz, y desde el martes, en que hizo la denuncia, se encuentra en calidad de no habido.
Fuentes de Pasos Perdidos señalaron que, si bien el Apra ha desmentido un supuesto complot, lo cierto es que sí hubo un “tanteo” informal de las aspiraciones presidenciales de Diez Canseco. Y aseguran también que el hoy canoso economista no mostró entonces mucha reticencia ante esa posibilidad, como podría suponerse ahora.
Pero dicen, además, que la acusación de Diez Canseco contra el Apra no solo respondería a una estrategia de fabricación brasileña y a su condición de ser uno de los principales financistas de la campaña por el No a la revocatoria de Susana Villarán. No, qué va.
Los intereses de don Raúl serían mucho más terrenales y, al igual que hace nueve años, tendrían también un tufillo económico y comercial. No sería entonces amor al chancho, sino a los chicharrones…
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