Fritz Du Bois, La opinión del director
Es perturbador pensar que la forma como últimamente los políticos se están comportando se convierta en la conducta usual que adoptarán hasta la próxima contienda presidencial, dentro de tres largos años. Así que tenemos al frente un horizonte que podría estar plagado de complots e investigaciones, de palabras acaloradas y acusaciones a medida que en el oficialismo se dedican a demoler a cada potencial candidato. En todo caso, ya nadie duda que la carrera al 2016 se ha iniciado y la ansiedad del Gobierno por asegurar que Nadine Heredia pueda candidatear es el motivo por el cual ha empezado tan absurdamente temprano.
Evidentemente, la actual pareja presidencial tiene una fijación con mantenerse en el cargo; el fustán chavista está asomando. Es innegable que lo primero que han hecho en todos los países en los cuales líderes de esa corriente han sido electos ha sido cambiar las reglas de juego para que puedan ser reelegidos y no soltar el poder que han logrado. Así que Correa, Cristina y Evo comparten con nuestra primera dama y mandatario la ofuscación por lograr el entornillado.
Incluso, los únicos casos hasta la fecha de presidentes chavistas que han dejado el cargo han sido Kirchner y Chávez muriendo, Lugo destituido y Zelaya derrocado. Más aún, atacando a los medios de comunicación y utilizando abiertamente los recursos del Estado, en ningún país ellos han llevado a cabo un proceso electoral adecuado en el cual la oposición haya podido competir en igualdad de condiciones contando con un piso plano. No son un ejemplo democrático.
Por lo que son alarmantes los antecedentes de sus amigos en el vecindario. Ya nos podemos imaginar las presiones al Jurado o al Tribunal Constitucional para lograr un fallo que ‘interprete’ el derecho de la señora a postular. Con ello evadirán el debate con los parlamentarios de oposición –así como con aquellos que representan a su actual aliado–, ninguno de los cuales estará dispuesto a permitir que postule alguien que controla el presupuesto y el aparato del Estado. Sin duda, cualquier intento de cambiar la legislación electoral para permitir la reelección conyugal sería rechazado.
Por otro lado, no estamos seguros que el fuerte impulso económico del que venimos disfrutando, y que está basado en la confianza del consumidor y del empresariado, podría soportar un escenario político tan enrevesado durante un periodo tan largo. Al final, la economía se puede enfriar y se perdería la sensación de bienestar que el crecimiento está generando. Con lo cual la obsesión por el poder de la pareja presidencial y su intención de desaparecer a todo rival los llevaría a perder su principal activo electoral. Asi que quien sea su candidato será, sin duda, derrotado y además dejarán al país con una sensación de estar ‘recesados’. De esa manera, ellos solos se habrán cerrado la puerta a la posibilidad de un retorno triunfal en el bicentenario que es cuando realmente les corresponde ser candidatos.
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