“Claro que tiene sentido celebrar la Navidad en nuestros días, en este mundo lleno de problemas. La Navidad tiene cosas muy bonitas: promueve el amor, y este amor puede tener características particulares. Por ejemplo, el dar un regalo no tiene nada de malo, puede ser una muestra de afecto, de cariño. Y la cena navideña también es una ceremonia muy bonita, algo que debemos celebrar: comer juntos es un acto tremendamente humano, que muestra la posibilidad de la convivencia. El objetivo de la Navidad es que la gente se aprecie y se quiera más”, nos dice el sacerdote Gastón Garatea.
De niño, ¿cómo celebraba Navidad?
Tengo buenos recuerdos de mis Navidades infantiles. Claro, en mi familia no se hablaba tanto de Papá Noel sino del Niño Jesús, quien era el que venía para Navidad. Nos preparábamos para su llegada, para su encuentro. Se supone que él nos conocía, que sabía cómo nos habíamos portado durante el año y, de acuerdo con ello, nos traía regalos… lo bueno es que no era tan memorioso y no se acordaba de nuestras travesuras (ríe). Más allá de esto, nuestro objetivo era que el Niño Jesús fuera bueno con nosotros, que nos quisiera.
¿Cómo era su familia?
Pobre, tenía dos hermanos más –yo era el último– y nuestros regalos no eran ostentosos. A pesar de ello, nuestros padres siempre quisieron celebrarnos. Recuerdo que una vez me regalaron un acordeón que era una maravilla. Fue todo un acontecimiento, pues revelaba el tremendo cariño que por mí tenían mis padres. Por eso, repito, mis Navidades infantiles fueron muy buenas.
¿Qué destaca de la Navidad como celebración religiosa?
Eso lo he ido aprendiendo, poco a poco, a lo largo de mi vida. Hoy sé que nos plantea varios desafíos audaces. Primero, cómo creer en la historia de que el hijo de Dios vino a salvarnos. Acá se plantea también un tema de fe: ¿quién es Jesús para nosotros y a qué Jesús esperamos? Hay mitos que nos impiden ver la realidad. Muchas veces decimos que viene el ‘Salvador’… pero el salvador de qué, de qué salvación hablamos. He ido descubriendo que Jesús vino a enseñarnos a amarnos. Su gran mandamiento es que nos amemos unos a otros como él nos ama. Esto, que parece simple, es lo que ha cambiado al mundo. Y el desafío está en si le creemos o no a Jesús. En nuestro mundo, lamentablemente, hechas las sumas y las restas, no le estamos creyendo. Somos un mundo incrédulo: hemos hecho de Jesús un cuento –el del niño sabio, pobre y bueno–, pero no hemos rescatado su principal mensaje, el de amarnos los unos a los otros, y, si no hacemos esto, la ley cristiana es un adorno. Lo que hemos visto estos días en nuestro país, a raíz de la llamada ‘ley Pulpín’, grafica lo que le digo: somos un mundo que no se escucha.
¿Cómo trabaja la Iglesia para que el mensaje de amor llegue a los fieles?
Hoy tenemos un Papa maravilloso, quien está trabajando mucho y ha recuperado la opción de la Iglesia por los pobres, por los menos favorecidos. Francisco es un visionario: dice cosas sencillas, pero muy importantes. La Iglesia debe reconvertirse porque le ha faltado luz para iluminar sus tareas en el mundo. Los cristianos tenemos la misión de que el mensaje de Cristo sea visible y vivible por todos; esto no es un privilegio sino un don que Dios nos ha dado.
¿El peruano es un pueblo con fe?
No dudo de nuestra fe, pero esta debe hacerse más sólida. Debemos ir hacia un cristianismo efectivo, que no sea cuento, que nos lleve a vivir mejor. Esta es nuestra dificultad y, a la vez, nuestro reto. No basta tener buenas intenciones, hay que hacer cosas efectivas. Por otro lado, pienso que no podemos entender al pueblo peruano si no lo vinculamos con su fe, pero esta se puede perder si no nos ponemos a la altura de los retos que hoy se nos plantean. La fe corre peligro si no la hacemos parte de la vida de la gente, de sus actos cotidianos: no basta con decir “tengo fe”. Por eso, saludo la decisión del Papa por poner a los pobres como opción y misión principal de la Iglesia.
El 2014 ha sido un año sangriento, violento…
El mundo ha vivido cosas espantosas, el 2014 ha sido pésimo para la humanidad, con miles de crímenes terribles, injustificables. Hoy vemos a millones de personas que lo único que tienen es el dolor por sus muertos. A eso hay que sumarle la crisis medioambiental, y son los países ricos los menos preocupados por esto. Ya es hora de que los organismos multinacionales tomen cartas en el asunto, no pueden seguir callados, indiferentes. La humanidad tiene que madurar y optar, de una vez, por el mensaje de amor de Cristo. Repito, la fe no se dice, se practica.
Muchas veces, cuando se ve esto, nos preguntamos: “¿Dónde está Dios?”…
Dios siempre nos dio libre albedrío, siempre nos dio libertad. No podemos echarle la culpa de nuestras acciones porque eso significa una evasión.
Más allá de este panorama poco esperanzador, ¿cuál sería su mensaje para esta Navidad?
Tampoco quiero ser alarmista. Mi mensaje es que estemos atentos al mensaje de Jesús. Él viene a darnos la posibilidad de ser diferentes. Y, repito, hay que actuar: pongamos paz en nuestras familias, trabajemos por la justicia, busquemos la verdad. La paz se puede construir desde nuestro entorno inmediato y, así, la verdad podrá iluminarnos.
Por Gonzalo Pajares
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