22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

La canciller colombiana pasó por Perú, firmó acuerdos y con su delicada voz y encantador acento habló, así como al desgaire, del acuerdo firmado entre su país y la OTAN, el primero, por otra parte, firmado entre un país latinoamericano y esa alianza guerrera.

Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com

Según la canciller, no hay de qué preocuparse, solo es un acuerdo con el que ambos signatarios se beneficiarán. La OTAN aprenderá de la ‘exitosa’ lucha colombiana contra el narcotráfico, y Colombia, en palabras de su canciller, podrá formar mejor a sus tropas en temas tales como los derechos humanos. En ese caso, cualquier persona normal les hubiese aconsejado firmar un acuerdo con Amnistía Internacional o, si quieren, inclinarse más a la derecha con la Human Rights Watch.

La OTAN no tiene antecedentes que la acrediten positivamente en ningún campo que tenga que ver con la defensa de la vida. Es su negación en el sentido más exacto del término. OTAN bien podría ser el antónimo de PAZ. Pues bien, Colombia, también en los últimos escalones de la defensa de la vida, firma con ella un acuerdo que esta ‘maravillosamente’ reflejado en las palabras del secretario adjunto de la OTAN: “Es muy gratificante cuando los países con valores similares a los nuestros se acercan a nosotros”. Toda esa engañosa fraseología hizo invertir en mi cabeza el viejo refrán “Mucho ruido pocas nueces”. Aquí, la cosa es al revés: envían a una dama encantadora a contarnos un inocente cuentito mientras los tambores de la guerra, con el arsenal más fabuloso de la historia de la humanidad, comienzan a tensarse para agudizar sus presiones sobre una región cuyos recursos naturales forman parte de los bienes codiciados por los países centrales y por esa fiebre cegadora a la que conduce el capitalismo salvaje.


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