Roberto Lerner,Espacio de crianza
http://blogs.educared.org/espaciodecrianza/
Buenos amigos es algo que muchos queremos. Con razón: la soledad es tan dañina como fumar 15 cigarros diarios. La calidad de las amistades es un componente central en el nivel de felicidad. Un buen amigo es probablemente alguien que comparte con nosotros idioma, tipo de educación, actividad, visión del mundo, sentido del humor y, parece que es una variable importante, gustos musicales. La personalidad no es determinante; vale decir, personas distintas pueden ser muy buenos amigos.
Hay diferencias de género: ellas tienden a tener una mejor amiga, mientras que ellos se inclinan por los grupos. Ellas definen la amistad por la conexión sentimental, mientras que ellos por la cantidad de tiempo que pasan con los patas y la antigüedad del vínculo. Sin embargo, unos y otras no van más allá de cinco personas realmente cercanas y quizá 15 con quienes interactúan una vez al mes.
La amistad cambia con la edad: durante la niñez un amigo realmente cercano es lo que se necesita y en la adolescencia, amigos o no, los pares se convierten en una influencia decisiva. Las amistades más poderosas y duraderas se forjan hacia el final de la adolescencia y la adultez temprana, a través de experiencias emocionalmente relevantes compartidas. No necesitan contacto permanente más adelante y muchas veces pueden ser retomadas donde se dejaron luego de muchos años de ausencia.
Pero no todas las amistades son positivas. Hay también ‘eneamigos’, que son tóxicos para la salud y parecen confirmar eso de “mal contigo y mal sin ti”. Interesantemente, alrededor de la mitad de nuestro círculo social pertenece a esa categoría y muchos ‘eneamigos’ están… en la familia.
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