Economista
Al terminar el año comenzamos a hacer balances de lo sucedido. La economía perdió dinamismo, el BCR bajó su proyección a 2.8%, las exportaciones se redujeron no solo por los menores precios, sino porque se paralizaron proyectos; la demanda interna también se vio perdiendo ritmo, las ventas han disminuido, y en general, la economía familiar se ha visto afectada por los efecto de lo anterior en el empleo. Sin embargo, no todo tiene que verse con ojos pesimistas.
También hubo acciones positivas, aunque desconectadas, que pueden resaltarse; por ejemplo, el trabajo del Ministerio de Educación y la decisión de ampliar su presupuesto con una adecuada gestión o del Ministerio de Agricultura al prepararse para la eventualidad de un fenómeno de El Niño. Casos como esos me llenan de esperanza. En nuestro país hay mucho espacio de mejora en las formas que hacemos las cosas para el bien de los ciudadanos, articulando nuestro trabajo con la mirada puesta en nuestra gente, poniéndonos desde el sector público y apoyando al sector privado como un equipo al servicio del ciudadano.
Eliminar la pobreza extrema y la falta de oportunidades a las familias es una prioridad. Recordemos que la pobreza tiene cara de mujer, niña, rural, y si bien los programas sociales ayudan, no son suficientes; es nuestro deber generar y garantizar esas oportunidades de cambio. Allí podemos avanzar facilitando la infraestructura y los servicios básicos al ciudadano; desde mejorar la educación hasta darles servicios de agua y saneamiento, comunicaciones y oportunidades laborales, proveer seguridad a los peruanos, ofreciéndoles espacios de convivencia ciudadana y devolviéndoles la confianza en el Estado, con transparencia e integridad.
Para lograr eso, la economía debe estar sana. El próximo año podemos esperar mejoras relativas en el espacio externo, pero la tarea está en el impulso que le demos a nuestro accionar interno, devolverle la confianza al inversionista, pequeño o grande, que invierte en todas la regiones del Perú, facilitándole la formalización y el aumento de su productividad, donde cumplir con la ley no sea un dolor de cabeza, sino una satisfacción por los servicios públicos recibido; esa deberá ser una realidad puesta en marcha.
Hago votos por un año de cambio y de esperanza.
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