Keiko Fujimori aparece después de acres comentarios sobre su silencio de cien días y es objeto de duras críticas por sus expresiones. También se focaliza la atención en la expulsión de un congresista ‘pepekausa’ y en la protesta por el triunfo de Donald Trump, el copetón. Silencio total frente a la violación de una joven en Ica por policías en actividad. La drogaron, refiere la víctima. Tal vez su denuncia no ha sido tan mediática y ahí quedó.
Lo que ocurre en los hospitales capitalinos y del interior es dantesco. Dante, el poeta italiano, ubicaba a los traidores en el último círculo del infierno. Si se diera una vueltita por los nosocomios nacionales, probablemente los colocaría junto a los felones. Y es que la situación es patética. La gente está hacinada en las emergencias, hospitalizarse es tan difícil como ganar una lotería, el SIS no cubre todas las intervenciones. Ante la muerte y el dolor, se termina ‘bancando’ la salud.
Igualmente deplorables son las condiciones en las que trabajan los médicos en los hospitales públicos. Quienes hacen guardia a veces no tienen dónde depositar sus huesos, los de emergencia duermen sentados, parados o como sea. En general, nos cuentan que quienes pasan la noche en un hospital estatal duermen con la mano en el bolsillo. ¿Adivinó por qué? Fácil, les pueden robar el celular.
Se ha creado un sistema alterno para derivar a clínicas privadas a quienes no pueden –o no quieren– esperar. Los galenos terminan armando un paquete. Ciertamente hay hospitales “mejores”, aunque son pocos y de gran precariedad. Imagine cómo será el promedio. Contaba un grupo de médicos que los traumatólogos compran taladros de construcción para las intervenciones porque los que son propiamente hospitalarios cuestan carísimo y, claro, no se compran.
La denuncia de los trabajadores de la Maternidad de Lima sobre la infame infraestructura quedó ahí, olvidada. Las camillas ginecológicas tienen un plástico rojo que tapa las roturas de las despanzurradas colchonetas. La lavandería es de terror.com. Quienes conocen las finanzas estatales sostienen que no se puede arreglar esto con rapidez. Hay que mandar la orden, que pase por cuanta instancia sea necesaria, aprobarla y luego el envío del dinero demora tanto como la eternidad.
Una declaración de emergencia, según la titular de Salud, “solo sirve para mover el dinero de una partida a otra”, tal vez sea útil. Lo que no puede ocurrir es que el deterioro hospitalario pase ante nuestros ojos y que las autoridades no puedan hacer nada. No sabemos si las facultades extraordinarias permitirán comprar colchonetas decentes, instrumentos quirúrgicos, medicinas que nunca son suficientes. Se requiere con urgencia velar por la salud de quienes no pueden pagar y también de quienes nos sacan las castañas del fuego cuando estamos mal: los médicos, heroicos muchas veces. Aún no nos informan sobre qué pasó en el SIS.
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