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Opinión

“Para que ingrese a dedo a la SBS se modificó el Cuadro de Asignación de Personal”.

Desde Aristóteles, la ética nos orienta a discernir entre lo adecuado y lo que no lo es. Exige poner en práctica principios y valores que todos debemos respetar sin discriminación. En suma, el dicho “a mis amigos, todo; a mis enemigos la ley” es absolutamente antiético. En estos días hemos debatido el caso de la esposa del ministro de Educación, Cecilia Ames. Los hechos: en octubre del 2016, la SBS la contrata para el cargo de “jefe del Departamento de Comunicaciones e Imagen Institucional, nivel 2, de la Superintendencia Adjunta de Asuntos Internacionales, Capacitación y Comunicaciones”.

La información la dio el congresista Mauricio Mulder. Afirmó que, al ser Ames socia de un publicista argentino que hizo la campaña de PPK, se trata de un favor. La defensa de la señora y del ministro por un sector político y de la prensa fue ciega y sorda. Hemos tenido hermanísimos, sobrinísimos en el aparato público y la crítica fue dura. Durante el fujimorismo, esto fue reprobado. Imagine si ocurría en el régimen aprista o se tratara de Keiko Fujimori, sería una repulsa total. Aquí fue distinto, el propio presidente –quien busca transparencia y ética en su gobierno sin encontrarla– apoyó a la esposa de su ministro. Algo nunca visto. Evidentemente, su cónyuge también la respaldó. Usó un falso argumento: la denigraban por ser mujer y una mujer solvente no necesita del marido para encontrar trabajo.

Nadie dudó de sus capacidades, la femineidad o masculinidad no entran en este necesario debate. Solo caben la razón, la reflexión. El corazón presidencial y la pasión encendida de quienes respaldan ofuscadamente al ministro no tienen lugar. Ames no pasó un concurso de méritos. Su puesto es de confianza y gana 25 mil soles mensuales. Muy bien pagada. Asimismo, para que ingrese a dedo a la SBS se “modificó el Cuadro de Asignación de Personal”, según reza la resolución. O sea, crearon un puesto para ella. Un saco para su botón.

¿Alguien puede creer que hay un divorcio total entre su nombramiento y el ser esposa del ministro más blindado de la historia del país? Difícil. Resulta incomprensible que, con sus cualidades, esta profesional trabaje justo en el gobierno donde su cónyuge es ministro. ¿Se lo aceptarían a otros? No es ilegal, gritan sus defensores. ¿Es ético? Dicen que hay un código de ética del funcionario público. Aunque no se necesita de algo escrito para proceder correctamente.

Con el criterio esgrimido, la esposa de otro ministro podría entrar a otro sector. Y por qué no más familiares, hermanos, hijos, primos. La ley no lo prohíbe. Debería normarlo. Distinto es el caso de quien ya trabajaba en el Estado cuando el familiar llegó a un ministerio. Nuestros políticos y un sector de los medios olvidan la ética aristotélica. Sería bueno que la repasen.


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