Vivimos en bronca permanente. El diálogo, necesario para la democracia, termina siendo un recuerdo tan vago como poco relevante para quienes, mal que bien, están a cargo de la marcha de nuestro país. Hay broncas estridentes, otras sordas, las de baja intensidad siempre sostenidas e irremediables. De todo como en botica. La más vistosa fue la irreconciliable ruptura de la izquierda. Los grupos de Marco Arana y Verónika Mendoza se aborrecen intensamente. Llegaron juntos al Congreso gracias a la organización de Arana. Los ‘mendocistas’ fueron tentados por el deseo del partido propio y terminaron masacrándose.
Las fisuras de este grupo parlamentario, Frente Amplio, saltaron a la luz, dividiéndose en partes iguales. Diez congresistas para cada facción. Así como un huaico aumenta su fuerza en su trayectoria, el grupo de Arana terminó expulsando a un ‘mendocista’ de la quebrada célula parlamentaria. El otro bando pide insistentemente a la mesa fujimorista –su ‘bête noire’– que arregle el lío. En medio de acres acusaciones mutuas, surge el mensaje de unidad de Gregorio Santos, harto peleado con las dos facciones desde antes de las elecciones. Nadie le hizo caso, por supuesto. Aún no hemos llegado al final de la trifulca, pero se prevé que será chirriante.
La querella gobierno/contralor tiene ya varios capítulos. El funcionario ha sido rebuscado hasta su primer biberón, se logró su descrédito y el Congreso decidirá su suerte. Pero esta camorra dejó fuertes bajas en el Ejecutivo, la renuncia de un ministro, la salida de una viceministra, colocada en otra cartera causando protestas de la oposición y un mohín en el ministerio donde está. Como dice la salsa ‘Pedro Navaja’: “Cuidao, camará, que el que no corre vuela”. Quien parece que volará será el ministro de Economía. Su conversación con el contralor, escuchada por todos, lo coloca en un jaque mate. La lógica de la mayoría parlamentaria, incluida la izquierda, es: renuncia o valida las desafortunadas expresiones atribuidas al presidente, poniéndolo en una posición más débil aún. Viene al cuento aquello de “quien a hierro mata a hierro muere”.
La bronca Ejecutivo/Legislativo es un malestar cotidiano. Desde Palacio se les dice a los fujimoristas que obstruyen y provocan que el Perú sea ingobernable.
Estos contestan, el Ejecutivo retrocede y, como en un torbellino, todo se agudiza. Mientras, la economía se deprime hasta la catatonia. Se pronostica un crecimiento en 2017 del 2.3%. Tremendo. El follón entre los ‘fujis’ también es bravísimo y, al parecer, quiere liderarlo el hermano de su lideresa. Soterrado pero fuerte. La indigestión mayor la provocaron los 15 congresistas que votaron en contra de incrementar las penas a los violadores. Tienen un jaleo mayor con la palabra igualdad de género. Vergonzoso y repudiable.
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